Archivo de la etiqueta: Jesús

No juzguéis, para que no seáis juzgados

Conocerse a uno mismo es uno de elementos fundamentales en nuestro camino a la felicidad. Dios nos permite descubrir quiénes somos en realidad a través de acontecimientos y personas que actúan como un espejo. Para poder conocer el Amor de Dios debemos descubrir cómo y qué tan profundo nos ama nuestro Señor.

¿Cuál es la verdad? Que somos unos grandes pecadores. Todos los días experimentamos nuestras incapacidades, limitaciones, precariedades y pecados. Precisamente descubir esa realidad y gran verdad es el fundamento de nuestra Fe.

¿Cómo juzgar a los demás si somos tan precarios y pecadores? Es imposible mirar las debilidades de los demás si tenemos tantas faltas y pecados. Esa realidad es la fuente del amor a Dios y sobre todo a nuestros prójimos. Amemos y no juzguemos. La ley es el Amor y Dios nos dará la gracia de cumplirla.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,1-5): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que te saque la brizna del ojo’, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano».

No resistáis al mal

Jesús hace nueva todas las cosas y lleva a su plenitud la ley dada por Dios al pueblo de Israel en la antigüedad. Un punto central de la enseñanza del Señor es el amor, ¿a quién deberíamos amar? Dice el Señor que amemos incluyendo a nuestros enemigos.

Es normal, y hasta legal, que en el mundo se castigue al culpable, al que nos hizo algún mal o ha hecho daño a la sociedad. Es por eso sorprendente para los hombres y mujeres de sentido común que Jesús pida que ante el mal que nos haga nuestro prójimo respondamos con bien.

¡Oh admirable hermosura! En Dios se rompe el círculo vicioso de muerte, odio y rencor. Se nos invita a ser verdaderos hijos de Dios quien ama a los justos e injustos y hace salir el sol sobre buenos y malos. ¡Amar como Dios ama! Ese es el camino de la vida que nos propone el Señor. ¿Estás dispuesto a seguirle? ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,38-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda».

No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento

Cuando a Jesús le preguntaron cuál era el mandamiento más importante, su respuesta fue muy clar: amar a Dios con todo el corazón, la mente y fuerzas y al prójimo como a uno mismo. En otras palabras, la ley más importante es la ley del amor. 

Jesús no viene a destruir nada. Viene a llevar la al siguiente nivel. El Señor nos quiere dar vida plena y que experimentemos dicha vida en paz, alegría y amor. 

Amemos a todos y todas, incluyendo a nuestros enemigos. Este es el camino de la vida. Es el fundamento de nuestra salvación. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,17-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».

Para que vean vuestras buenas obras

Jesús nos invita a ser sal y luz de la tierra. Con frecuencia utiliza símbolos para expresar misterios más profundos. Uno de ellos es la misión que tenemos por el hecho de ser cristianos.

Lo primero es que ningún hombre o mujer es llamado por Dios para ser cristiano como un proyecto de superación personal. Es decir, todos tenemos el encargo de dar lo que gratis hemos recibido, y ¿qué hemos recibido? El amor de Dios.

Somos testigos del amor de Dios. Es por eso que estamos llamados a dar amor a todos nuestros prójimos incluyendo a nuestros enemigos. ¿Cómo se puede ser luz y sal? Reflejando la luz de Cristo como la luna refleja la luz del sol; y disolviéndonos en el mundo como lo hace la sal en los alimentos para darles gusto y buen sabor. Esa es la misión suprema de la Iglesia y sus miembros los cristianos. 

¡Amar! Esa es la buena obra que debemos realizar todos los días de nuestra vida. ¡Ánimo!
Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,13-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos».

¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?

Los escriba y fariseos le hacían muchas preguntas a Jesús. Esto lo hacían por dos razones fundamentales. Algunos porque necesitaban entender mejor algunas cuestiones y otros porque quería hacerle algún daño mediante una declaración “inapropiada”. En el primer caso, se puede entender que Jesús contaba con un aprecio importante. Para muchos eran un profeta de Dios.

Cuando alguien de estos le preguntó sobre el más importante de los mandamientos, Él respondió de una forma maravillosa. Dijo que uno resume todos los demás. ¡Fantástico! Esto quiere decir que cumpliendo ese puedo cumplir la enseñanza total de Dios. 

Este mandamiento fundamental es el Amor. Decía un santo: “ama y haz lo que quieras. Si, tan simple, profundo y trascendente como se oye. Amar es lo más importante porque haciéndolo de verdad es imposible incumplir la ley de Dios. El que ama no peca contra Dios, contra sí mismo y mucho menos contra el prójimo. Ese es el camino de la felicidad verdadera. La vía de la santificación plena. Con la ayuda de Dios, podemos hacerlo una realidad en nuestra vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 12,28-34): En aquel tiempo, se llegó uno de los escribas y le preguntó: «¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?». Jesús le contestó: «El primero es: ‘Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor, y amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’. El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’. No existe otro mandamiento mayor que estos». 
Le dijo el escriba: «Muy bien, Maestro; tienes razón al decir que Él es único y que no hay otro fuera de Él, y amarle con todo el corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al prójimo como a si mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios». 
Y Jesús, viendo que le había contestado con sensatez, le dijo: «No estás lejos del Reino de Dios». Y nadie más se atrevía ya a hacerle preguntas.

Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios

¿Qué es lo de Dios y qué es del “César”? Es una frase de Jesús para contestar las insinuaciones y tentaciones de sus enemigos. Es decir, le preguntan de cosas terrenales, de asuntos relativos al “César” pero el Señor les invita a incluir a Dios en la cuestión. ¿Por qué hace eso?

Debemos reconocer que todos estamos en medio de este mundo dominado por el “César” de turno. Nos ocupamos y preocupamos de tantas cosas: dinero, fama, trabajo, familia, estudios, afectos, entre muchas cosas. Vivimos afanados y protestando mucho cuando las cosas no nos salen bien o como quisiéramos. ¿Cuál debería ser la atención del cristiano? Las cosas de Dios.

De Dios es nuestro corazón, alma y mente. Todo nuestro ser le pertenece a Dios. Al César son los asuntos de esta tierra. Vivamos en el mundo pero sin perder el norte. Toda nuestra vida es una continua preparación para ir a nuestra patria definitiva para estar con nuestro Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 12,13-17): En aquel tiempo, enviaron a Jesús algunos fariseos y herodianos, para cazarle en alguna palabra. Vienen y le dicen: «Maestro, sabemos que eres veraz y que no te importa por nadie, porque no miras la condición de las personas, sino que enseñas con franqueza el camino de Dios: ¿Es lícito pagar tributo al César o no? ¿Pagamos o dejamos de pagar?». 
Mas Él, dándose cuenta de su hipocresía, les dijo: «¿Por qué me tentáis? Traedme un denario, que lo vea». Se lo trajeron y les dice: «¿De quién es esta imagen y la inscripción?». Ellos le dijeron: «Del César». Jesús les dijo: «Lo del César, devolvédselo al César, y lo de Dios, a Dios». Y se maravillaban de Él.

Simón de Juan, ¿me amas?

El Señor es el buen pastor que cuida de sus ovejas. Jesús ama a sus discípulos y los conoce muy bien. Sabe por ejemplo, la fragilidad de Pedro pero aún así le ama muchísimo.

Pedro, al momento de la crucifixión, traicionó a Jesús. Es decir, negó a su maestro en el peor momento. Por miedo dijo “no conocerle”. Más sin embargo, conociendo el Señor esto hasta mucho antes que sucediera, no se lo tomó en cuenta.

En sus apariciones de resurrección, Jesús tiene un diálogo amoroso con Pedro. Le invita a ser pastor como Él lo ha sido, es decir, amar hasta el extremo. Es el amor que sana y transforma a Pedro. Es el amor de Dios le hace capaz de amar y querer a Jesús. Es la experiencia profunda y hermosa de sentirse amado por Dios que convierte a Pedro en pastor de la Iglesia.

Este día es para sentir la presencia amorosa de Jesús en nuestra vida. Hoy Él nos pregunta: ¿me amas? Ojalá podamos decirle con todo el corazón: “Sí Jesús, tú sabes que te amo”.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 21,15-19): Habiéndose aparecido Jesús a sus discípulos y comiendo con ellos, dice Jesús a Simón Pedro: «Simón de Juan, ¿me amas más que éstos?» Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis corderos». Vuelve a decirle por segunda vez: «Simón de Juan, ¿me amas?». Le dice él: «Sí, Señor, tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas». 
Le dice por tercera vez: «Simón de Juan, ¿me quieres?». Se entristeció Pedro de que le preguntase por tercera vez: «¿Me quieres?» y le dijo: «Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te quiero». Le dice Jesús: «Apacienta mis ovejas. En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas a donde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará a donde tú no quieras». Con esto indicaba la clase de muerte con que iba a glorificar a Dios. Dicho esto, añadió: «Sígueme».

El mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí

¿Donde se puede reconocer que alguien es cristiano? Alguno dirá que si va a la Iglesia, ora, no le hace daño a nadie y lee mucho la Biblia. Es cierto que estas cosas pueden ser señales que indican una persona que profesa la Fe cristiana, pero la realidad es que son las obras que demuestran el cristianismo actuante en una persona o sociedad. Y, ¿cul es la obra más importante para saber que alguien es cristiano?

El amor es la ley de leyes. Amar como Cristo nos ha amado es lo que hace a alguien cristiano o no. Podemos asistir a la liturgia y andar con una Biblia para arriba y para abajo pero lo que realmente nos hace verdaderos seguidores de Cristo es que amamos al prójimo como lo hizo el Señor con nosotros. ¿Cómo fue que nos amo? Hasta el extremo. No nos juzgó y nos perdonó incluyendo en los momentos en que le traicionamos con nuestros pegados. Ahora te pregunto, ¿tú amas así? Si la respuesta es no, pídele a Dios que te de la gracia de hacerlo no en tus fuerzas sino en la fortaleza y apoyo de Jesús. 

Amarnos los unos a los otros es el único camino para hacer presente la vida divina aquí en la tierra. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 17,20-26): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, no ruego sólo por éstos, sino también por aquellos que, por medio de su palabra, creerán en mí, para que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado. Yo les he dado la gloria que tú me diste, para que sean uno como nosotros somos uno: yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectamente uno, y el mundo conozca que tú me has enviado y que los has amado a ellos como me has amado a mí. 
»Padre, los que tú me has dado, quiero que donde yo esté estén también conmigo, para que contemplen mi gloria, la que me has dado, porque me has amado antes de la creación del mundo. Padre justo, el mundo no te ha conocido, pero yo te he conocido y éstos han conocido que tú me has enviado. Yo les he dado a conocer tu Nombre y se lo seguiré dando a conocer, para que el amor con que tú me has amado esté en ellos y yo en ellos».

Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo

Es posible que algunos días o momentos del día nos sintamos tristes o cansados del agobio del día a día. Estamos sometidos constantemente a las preocupaciones normales de la vida. ¿Cómo pagaré las deudas? ¿Cómo le daré mejores condiciones de vida a mi gente querida? ¿Por qué me pasan cosas que no me gustan o me hacen sufrir? En fin, una sería de temas que si no las aceptamos nos pueden hundir en la tristeza y angustia.

Es por eso que necesitamos la visita de Dios todos los días. Cuando el Señor se aparece a través de la oración, la liturgia o una palabra de algún profeta quedamos como llenos del Espíritu Santo. Es decir, el gozo y la alegría de sentirnos amados de Dios y experimentar que todo es bueno nos hace saltar de gozo y en entrar en la paz del Señor.

Abrir nuestro corazón a la visita de Dios es la clave de nuestro camino hacia la vida eterna ofrecida por Dios a través de la Iglesia. Este es el ejercicio espiritual diario que nos da el máximo bien: el Espíritu Santo.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,39-56): En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Y sucedió que, en cuanto oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo; y exclamando con gran voz, dijo: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu seno; y ¿de dónde a mí que la madre de mi Señor venga a mí? Porque, apenas llegó a mis oídos la voz de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno. ¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!».

Y dijo María: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador porque ha puesto los ojos en la humildad de su esclava, por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada, porque ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso, Santo es su nombre y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los que son soberbios en su propio corazón. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos sin nada. Acogió a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abraham y de su linaje por los siglos». María permaneció con ella unos tres meses, y se volvió a su casa.

Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo

¡No estás solo! Que hermosa frase. Jesús siempre experimentó la presencia de su Padre y lo mismo quiere para nosotros. En el mundo solo existen preocupaciones y tensiones. Debemos trabajar, estudiar, luchar y sobrevivir. La vida es un continuo crecimiento.

Para enfrentar todos los desafíos de la vida tenemos a Dios con nosotros. Nunca dudemos de este hecho. Jesús habla siempre claro y nos dice que frente al sufrimiento todos huimos. Lo más importante es saber que en esas situaciones difíciles de la vida, ¡no estamos solos! ¡Dios te ama!.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 16,29-33): En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús: «Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios». Jesús les respondió: «¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo».