Archivo por meses: septiembre 2014

Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel

Ayer celebramos la fiesta de la “Exaltación de la santa Cruz”. Un día muy especial para toda la iglesia. La palabra que la iglesia propone hoy para todos sus fieles tiene relación con dicha celebración litúrgica. ¿Por qué?

Jesús hizo posible la salvación de todo el género humano a través de su muerte en la cruz y posterior resurrección. El madero santo fue instrumento, por decirlo de alguna manera, de redención para todos los hombres y mujeres de todas las generaciones.

La cruz, en las escrituras, es símbolo de todo lo que nos destruye, nos mata o va en contra de nuestros esquemas o personalidad. Así como en Jesús fue un “trono de gloria” sobre el que reinó, así somos invitados todos los cristianos a ver en nuestras cruces de la vida instrumentos de santificación. ¿Hoy puedes decir que tu cruz es buena o “gloriosa”?

Una enfermedad, la muerte de un ser querido, alguna deformación física, una persona que nos hace sufrir, ente otras muchas cosas, pueden ser escándalo o causa de pérdida de Fe para muchos, pero para otros pueden ser los medios que Dios utiliza para salvarnos, acercarnos a Él o llevarnos a vivir la vida de una forma más plena.

Los momentos en que he tenido mayor paz y cercanía con Dios son precisamente aquellos en los que la cruz, al igual que la virgen María, me “atravesó el alma”.

Mis queridos hermanos y hermanas. Hoy bendigan a Dios por la cruz o cruces que nos ha regalado. ¡Dios es bueno! Su amor se manifiesta de formas misteriosas pero al final siempre nos libera de la muerte y ¡nos resucita!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 2,33-35): En aquel tiempo, el padre de Jesús y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».

¿Podrá un ciego guiar a otro ciego?

Tenemos una inclinación natural a criticar a los demás. El mundo está lleno de expertos y asesores que tienen como una de las funciones más importantes es detectar los defectos u oportunidades de mejora en las instituciones y personas. Es fácil criticar, denunciar y señalar.

Uno de los grandes desafíos de las filosofías es ayudar a la persona humana a encontrarse consigo mismo. Conocerse a uno mismo es un elemento importante para vivir una vida plena y feliz.

Todos somos pecadores. Tenemos en nuestros ojos “vigas y briznas”. El que esté libre de pecado que tire la primera piedra.

Por tanto, deja de señalar y criticar a tu prójimo. Deja la murmuración, el hablar mal y denunciar los pecados de los demás. Preocúpate más bien de TUS pecados! Créeme… Con eso haces un mejor servicio a la humanidad.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,39-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo por encima del maestro. Todo discípulo que esté bien formado, será como su maestro. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo’, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano».

Amad a vuestros enemigos

Todos en algún momento hemos tenido o tenemos algún enemigo. El solo hecho de estar vivos nos hace estar en contacto con los demás y en esa relación con otros muchas veces entramos en conflicto, nos convertimos en enemigos de los demás. Un enemigo es un “contrario u opuesto”; es decir, alguien que por su personalidad, forma de ser o acciones nos hace daño o nos desea algún mal. ¿Qué nos dice Dios respecto a esta realidad humana?

El centro del cristianismo, lo más fundamental de la vocación a la que Dios nos llama, es precisamente el “amor del enemigo”. El enemigo es símbolo de todo aquel que nos hace daño o va en contra de nuestros esquemas. ¡Que cosa más rara y contra toda lógica que Dios nos invite amar a nuestros!

Dios nos quiere hacer, en Jesús, sus hijos por adopción. El Señor nos quiere dar su ¡NATURALEZA! Tenemos una llamada a ser nada más y nada menos que ¡HIJOS DE DIOS! ¿Y como puede ser esto posible? Si amamos a nuestros enemigos.

Lo propio de Dios es amar a todos y todas. El hace salir el sol sobre buenos y malos, sobre justos e injustos. En Jesús, Dios ha amado a todos los hombres y mujeres, especialmente a los pecadores y malvados. Al ladrón, corrupto y prostituta. El AMA a los que no son amados. El da la vida por sus enemigos.

¿Tienes enemigos? Ora por ellos, perdónales y pide a Dios que te conceda amarles. Sólo así seremos HIJOS DE DIOS.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,27-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y los perversos.

»Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».

Bienaventurados los pobres

Todos aspiramos a la felicidad. Nuestra búsqueda de realización personal y éxito domina todo nuestro accionar. Dios nos da la clave. Son bienaventurados los pobres, perseguidos, los que lloran, tiene hambre y sed… ¿Cómo puede ser esto posible?

Es importante ver el contexto y el sentido de las palabras de Jesús, que siempre aprovecha la oportunidad para desmontar esquemas, romper con los falsos paradigmas de felicidad y realización personal.

En este mundo se considera que una persona es feliz y está realizada cuando tiene dinero, salud y fama. Si esto fuera cierto, ¿cómo se explica que un famoso actor como Robins Williams se suicide? Por él debemos orar, pero con su muerte nos da una lección importante.

Jesús nos invita a no reír, saciarse o ganar dinero según los esquemas de este mundo que pone su seguridad en todas estás vanidades. Él dice que feliz es el pobre de ESPÍRITU, que aún teniendo todo esto, vive con su corazón puesto primero en Dios. Al poner nuestra confianza sólo en el Señor podemos pasar muchas dificultades o vivir muchos momentos de éxito temporal, pero nada de eso será más importante que la vida que nos viene del Padre Celestial.

Dichoso seremos cuando vivamos en la dinámica que Dios nos regala. En un esquema de pobreza espiritual que nos hace poner nuestro corazón y confianza sólo en el Señor.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,20-26): En aquel tiempo, Jesús alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas.

»Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas».

Se pasó la noche en la oración de Dios

En nuestra vida tenemos que tomar decisiones importantes. Existen momentos de especial relevancia, como elegir la carrera profesional que se piensa realizar, decidir si mudarse o no, casarse, elegir el colegio donde mandáremos a nuestros hijos; en fin, son muchas las opciones en la vida que debemos de seleccionar y que tienen gran impacto en nuestra vida. ¿Qué nos ayuda en estos tan importantes momentos?

Jesús siempre ha orado en los acontecimientos de mayor trascendencia. Ha orado en el momento de elegir a los apóstoles, a la hora de entrar en la pasión y desde la cruz. Él nos ha dado ejemplo de como podemos hacer uso de la oración pidiendo el discernimiento necesario para actuar con sabiduría y cumpliendo la voluntad de Dios.

La oración no es un mero acto religioso o de devoción que nos hace sentir bien con nosotros mismos y edifica nuestro “ego espiritual”. La oración es el encuentro personal con nuestro Señor que nos hace estar dispuestos a obrar según su voluntad.

Oremos como han orado los grandes hombres y mujeres de las escrituras. Oremos como los santos y santas de todos los tiempos. Oremos como Jesús, que siempre busco entrar en la voluntad de nuestro Padre Dios amoroso y misericordioso.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,12-19): En aquellos días, Jesús se fue al monte a orar, y se pasó la noche en la oración de Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, y eligió doce de entre ellos, a los que llamó también apóstoles. A Simón, a quien llamó Pedro, y a su hermano Andrés; a Santiago y Juan, a Felipe y Bartolomé, a Mateo y Tomás, a Santiago de Alfeo y Simón, llamado Zelotes; a Judas de Santiago, y a Judas Iscariote, que llegó a ser un traidor.

Bajando con ellos se detuvo en un paraje llano; había una gran multitud de discípulos suyos y gran muchedumbre del pueblo, de toda Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, que habían venido para oírle y ser curados de sus enfermedades. Y los que eran molestados por espíritus inmundos quedaban curados. Toda la gente procuraba tocarle, porque salía de él una fuerza que sanaba a todos.

Nacimiento de la virgen María

Todos tenemos una ascendencia. En nuestro país es muy frecuente buscar de quién es hijo o descendiente una persona. Es muy común la expresión “fulano hijo de fulana” o “esa persona es de la familia tal”. Esta preocupación por saber a que familia pertenece una persona viene de pensar que esto puede determinar su conducta, inteligencia o nivel de honestidad. ¿Cómo se refleja eso en la vida de Jesús?

María es la madre de Jesús. Es hija de la humanidad. Su naturaleza es puramente humana pero es especial. Ella desciende de un linaje creyente. Es una “anawin” o pobre de Dios. Pertenece a un pueblo orante. De esta estirpe nació Jesús.

Jesús no es un hombre de abolengo. No tiene apellido de gran familia rica. Es simplemente hijo de María, esposa de José. Su naturaleza divina es contenida en la fragilidad de su carne. Es imagen nuestra y un símbolo de esperanza para todos nosotros pobres de espíritu. Si Dios lo ha hecho con María, también lo puede hacer con nosotros.

Abramos nuestro corazón a Dios. Seamos hijos del altísimo, descendientes del mismo Padre de Jesús, Dios creador de todo lo que existe. Amén.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 1,1-16.18-23): Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrom, Esrom engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab engrendró a Naassón, Naassón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rahab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David.

David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón, Salomón engendró a Roboam, Roboam engendró a Abiá, Abiá engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Joram, Joram engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatam, Joatam engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amón, Amón engendró a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando la deportación a Babilonia.

Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliakim, Eliakim engendró a Azor, Azor engendró a Sadoq, Sadoq engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Mattán, Mattán engendró a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.

La generación de Jesucristo fue de esta manera: su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: «He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel», que traducido significa: “Dios con nosotros”.

¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el novio está con ellos

En los seres humanos hay una fascinación por lo nuevo y diferente. Nos llama la atención las últimas invenciones como teléfonos inteligentes, gafas y relojes de última generación, televisores con alta resolución; en fin, la innovación es algo que atrae y entretiene.

En los tiempos de Jesús existía una tradición o una vieja escuela. Las cosas se hacían según una ley dada por Moises pero abultada por los fariseos y escribas. Se normaba hasta la forma de sonarse la nariz (eso último es broma, obviamente).

Nuestro Señor viene con aires nuevos. Con su palabra nos invita a no preocuparnos tanto por el cumplimiento externo de la ley. Nos pide que centremos nuestro accionar en lo más importante. ¿Cuál es el punto central de la Ley de Dios?

Toda Ley revelada por Dios tiene su punto más importante y este es el AMOR. Tenemos al novio entre nosotros por tanto debemos estar en ¡fiesta!. Esto es símbolo de amor. Una novia está enamorada del novio. El amor es lo que más le preocupa. No ve sus defectos ni tampoco hay reglas que regulen dicho comportamiento amoroso.

Vivamos el día de hoy enamorados de Dios. Recordemos cuanto Él nos ama y seamos ¡felices! Eso es cumplir la Ley entera. ¡Shemá Israel!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 5,33-39): En aquel tiempo, los fariseos y los maestros de la Ley dijeron a Jesús: «Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y recitan oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben». Jesús les dijo: «¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán en aquellos días».

Les dijo también una parábola: «Nadie rompe un vestido nuevo para echar un remiendo a uno viejo; de otro modo, desgarraría el nuevo, y al viejo no le iría el remiendo del nuevo. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino nuevo reventaría los pellejos, el vino se derramaría, y los pellejos se echarían a perder; sino que el vino nuevo debe echarse en pellejos nuevos. Nadie, después de beber el vino añejo, quiere del nuevo porque dice: ‘El añejo es el bueno’».

Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pesca

Todos tenemos una vocación. Hemos nacido para alguna tarea en específico. En el mundo hay abogados, médicos, arquitectos, ingenieros y expertos en tecnología. Un abanico amplio de profesiones y oficios existen en nuestra sociedad, tan diverso como pueden ser las necesidades del ser humano. ¿Cuál es la más importante de todas ellas?

En tiempos de Jesús existía un oficio popular en las aldeas que rodeaban el mar de Galilea y esta era la pesca. Los aldeanos que aquel tiempo incluían en su dieta diaria el consumo de pescado. Entre los discípulos de Jesús, la mayoría galileos, habían muchos pescadores.

Jesús, cuando hace la elección de sus apóstoles, parte de su realidad u oficio para llamarles. Les da trascendencia a lo que ya están haciendo. Son transformados en discípulos de Jesús, al aceptar su llamada, pero partiendo de su realidad existencial. Ya no son pescadores normales, después de su llamada se convierten en pescadores de hombre.

Dios llama a los hombres y mujeres de este tiempo. Les invita a manifestar en sus trabajos la vocación más importante de todas. Todos hemos sido llamados al amor, al servicio de los demás.

En la Iglesia hay profesores, médicos, amas de casa, ingenieros y técnicos. Todos somos llamados a ser cristianos, la vocación más grande de todas, partiendo de nuestra vocación primera. Yo vivo el servicio que hago en el ITLA como un llamado que Dios ha hecho en mi vida. No podría trabajar si no tuviera la certeza de que lo que hago tiene trascendencia. Tengo la seguridad de que Dios me ha llamado a servir a tantos jóvenes que necesitan ser educados, formados y amados.

¿Cuál es el llamado que te hace Dios hoy? ¿A cuál carisma específico Él te está invitando? La forma no es tan importante. La gran verdad es que todos y todas hemos sido llamados a dar la vida por los demás. Nuestra vocación como cristianos es manifestar en este mundo el inmenso ¡amor de Dios! Seamos discípulos de Cristo. Pescadores de hombres con nuestras palabras y hechos.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 5,1-11): En aquel tiempo, estaba Jesús a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre.

Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar». Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes». Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador». Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres». Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.

Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó

Todos hemos estado enfermos en algún momento de nuestra vida. Para muestra un botón, la “Chinkunguya” arrasó con la población dominicana. Fiebres, dolores y vómitos fueron algunos síntomas y padecimientos que tuvieron aquellos atrapados por esta terrible enfermedad. ¿Esta es la peor forma posible virus o epidemia?

Ciertamente las enfermedades afectan nuestra vida cotidiana. Nos impiden ir al trabajo, disfrutar de nuestro tiempo de ocio y vivir de manera normal y tranquila. Sin embargo, existe un peor estado de salud y este es el de la salud espiritual.

Cuando tenemos “fiebre espiritual” no queremos servir ni tenemos ánimos para la vida. Nos encontramos en una situación de desgano y escándalo de nuestra vida. Nos sentimos tristes, solos y abandonados. ¿Estás en una situación parecida?

Quizás te pasa igual que la suegra de Simón. Tienes una fiebre “espiritual” que te impide servir, amar y perdonar. Estás como paralizado por el odio, rencor o rechazo a los demás. Tienes hoy un resentimiento contra tu padre, esposo, o amigo. Tienes la “chinkunguya espiritual”. ¿Cómo puedes sanar de esta terrible enfermedad?

El tratamiento que cura toda dolencia es Jesucristo. Tener un encuentro personal con Jesús nos hace sanar y abrirnos a formas nuevas de vivir. Él cura nuestras dolencias físicas y espirituales porque en su presencia, el amor de Dios, se hace cercano y ¡VIVO!. ¡Ánimo! El Señor nos ama y quiere. Él es nuestra curación.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 4,38-44): En aquel tiempo, saliendo de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles. A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo Él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él, conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que él era el Cristo.

Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando donde Él, trataban de retenerle para que no les dejara. Pero Él les dijo: «También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado». E iba predicando por las sinagogas de Judea.

Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad

La policía, los militares y las estructuras religiosas inspiran autoridad. Con sólo contemplar un uniforme junto con elementos de defensa o ataque ya estamos en atención, esperando obedecer órdenes o seguir reglas. Estas son las características de la autoridad según el mundo. ¿Es la misma autoridad que se reconoce en Jesús?

Jesús tiene autoridad porque sencillamente habla y su palabra se cumple. Cuando Jesús predica produce un efecto concreto en las personas que escuchan. Con sólo escuchar su voz, demonios y malos espíritus quedan aterrorizados.

En el mundo hace falta este tipo de autoridad. La palabra de un ser humano se ha ido desprestigiando. Nuestros líderes hablan y nadie cree que van a cumplir lo que dicen. Esto es una pena, una decepción.

Jesús tiene autoridad porque con su palabra provoca acciones concretas de liberación y curación. El poder de su palabra produce un cambio profundo en los corazones de las personas. La sabiduría que sale de su boca se realiza en hechos y obras. Esta es la VERDADERA autoridad.

Reconozcamos en Jesús su autoridad sobre nosotros. Nos mandan los gobernantes, policías, jefes, padres y hasta uno que otro amigo. Jesús tiene autoridad sobre nosotros porque con su doctrina y obras, nos AMA. Expulsa los demonios y cura a los enfermos. Esa es la VERDADERA autoridad.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 4,31-37): En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba. Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces: «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios». Jesús entonces le conminó diciendo: «Cállate, y sal de él». Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño. Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros: «¡Qué palabra ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen». Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.