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Queden al descubierto las intenciones de muchos corazones

Pocas cosas hacen que pueda verse lo que hay en el corazón y la mente de las personas. La mayoría de los seres humanos ocultan sus verdaderas intenciones o pensamientos. Sin embargo, hay algo que si ayuda a la humildad y sinceridad del corazón: el sufrimiento.

Dios permite la cruz o el sufrimiento en nuestra vida para que se vea si verdaderamente solo hijos de Dios o estamos en una actitud indiferente o “religiosa devocional” con Dios. El sufrimiento nos purifica en corazón y nos hace ver que no somos “dioses” de nuestra vida.

María es ejemplo e imagen del cristianismo. Ella le dice sí al Señor y a la historia que Él permite en su vida. Acepta ser madre del salvador del mundo sabiendo lo que eso implica. Y así salva al mundo entero.

Esos acontecimientos dolorosos en tu vida son para que puedas descubrir a Dios y amar al Señor con todo el corazón, el alma y la mente. Ese es el camino de la vida eterna.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 2,33-35): En aquel tiempo, el padre de Jesús y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».

Para que todo el que crea en Él tenga vida eterna

El gran escándalo del mundo es el sufrimiento. La muerte, el mal y el sufrimiento son realidades que el ser humano moderno no logra entender. Dicen los inteligentes de este mundo, ¿cómo puede existir un Dios bueno si permite que tengamos guerras, delincuencia y sufrimiento?

El Señor Jesús vino para iluminar la vida humana. Al entrar en la cruz, contra toda lógica, mostró que lo que para muchos es un escándalo difícil de entender, Dios lo ha hecho ocasión de salvación para todos y todas. El sufrimiento nos hace el servicio de darnos cuenta que somos criatura y que la vida nos viene de hacer la voluntad de Dios. El sufrimiento vivido desde la Fe santifica, nos hace humildes, nos hace amar en una dimensión nueva.

La cruz (sufrimiento) es parte de la vida. En este mundo, además de las alegrías, experimentamos muchas veces sudor y lágrimas. Con su ejemplo, Jesús nos muestra, que debemos vivir reconciliados con esta realidad de amor y vida. La cruz es gloriosa porque es medio de purificación y santificación para todos y todas.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 3,13-17): En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él».

Joven, a ti te digo: levántate

En los momentos de tristeza y angustia nos sentimos muy solos. Cuando nos llega algún sufrimiento pensamos que es lo más grande del mundo. La duda nos llega a la mente: ¿dónde está nuestro Dios?

En las escrituras hay una mujer viuda que tiene que enterrar a su único hijo. Imagínense, esta mujer no tiene nada, lo ha perdido todo.

El Señor no se queda indiferente. Ve su sufrimiento y lo hace suyo. Detiene la marcha fúnebre y le hace el milagro. Le devuelve la vida a un muerto.

¿Cuál es tu muerte de hoy? ¿Cuál es tu sufrimiento, angustia o desolación? No temas, no desesperes. Confía en el Señor. Él quiere detenerse en tu vida y resucitarte. Él te dará la vida eterna.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 7,11-17): En aquel tiempo, Jesús se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con Él sus discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad. Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: «No llores». Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y Él dijo: «Joven, a ti te digo: levántate». El muerto se incorporó y se puso a hablar, y Él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros», y «Dios ha visitado a su pueblo». Y lo que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.

Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande

Una de los hechos que llamaban más la atención de Jesús era su capacidad de obrar milagros. Su fama había recorrido todas las aldeas y pueblos por muchas cosas realizadas por Él y entre ellas se destacaba su capacidad de sanar.

Un hombre de Roma, centurión y con siervos a su cargo, quiere un favor de aquel famoso de Israel. Se agencia el apoyo de los ancianos para obtener dicho favor: “que sane su siervo”.

Ciertamente los exégetas o expertos de las escrituras tiene muchas interpretaciones de este relato pero quiérenos señalar uno muy particular. Al igual que el Centurión, muchas veces nosotros tenemos el “siervo” enfermo. Esto quiere decir que en algunos momentos no queremos servir, ayudar, trabajar o colaborar con los demás o con Dios. 

En una sociedad llena de egoísmos y falta de cooperación, nuestro “siervo interior” está a punto de morir por una enfermedad muy concreta: pereza, burguesía y egoísmos. En definitiva, el amor se disminuye en nuestro corazón y por eso nos cuesta servir a los demás.

La buena noticia es que hoy el Señor tiene el poder de sanar nuestras heridas y curar nuestro “siervo”. El tiene el poder, si realmente los queremos, de sacarnos de nuestros egoísmos y hacer que nos pongamos al servicio de los demás. Pidamos al Señor está gracia especial. Él nos quiere conceder este don.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 7,1-10): En aquel tiempo, cuando Jesús hubo acabado de dirigir todas estas palabras al pueblo, entró en Cafarnaúm. Se encontraba mal y a punto de morir un siervo de un centurión, muy querido de éste. Habiendo oído hablar de Jesús, envió donde Él unos ancianos de los judíos, para rogarle que viniera y salvara a su siervo. Éstos, llegando donde Jesús, le suplicaban insistentemente diciendo: «Merece que se lo concedas, porque ama a nuestro pueblo, y él mismo nos ha edificado la sinagoga». 

Jesús iba con ellos y, estando ya no lejos de la casa, envió el centurión a unos amigos a decirle: «Señor, no te molestes, porque no soy digno de que entres bajo mi techo, por eso ni siquiera me consideré digno de salir a tu encuentro. Mándalo de palabra, y quede sano mi criado. Porque también yo, que soy un subalterno, tengo soldados a mis órdenes, y digo a éste: ‘Vete’, y va; y a otro: ‘Ven’, y viene; y a mi siervo: ‘Haz esto’, y lo hace». 

Al oír esto Jesús, quedó admirado de él, y volviéndose dijo a la muchedumbre que le seguía: «Os digo que ni en Israel he encontrado una fe tan grande». Cuando los enviados volvieron a la casa, hallaron al siervo sano.

Sácate primero la viga de tu ojo

Estamos siempre mirando los defectos de los demás. Somos rápidos al señalar las cosas mal que hacen los demás, ¿y tú? ¿Alguna vez te has dado cuenta de tus errores?

La raíz de todos los problemas en las relaciones humanas está en que pensamos que tenemos razón, que los demás están equivocados, en fin, que somos mejores que los demás.

Si quieres paz con los demás considera a los otros superiores a ti. Haz como ha hecho Jesús, que siendo hijo de Dios, desde la cruz perdono a todos y pidió a Dios que tuviera paciencia con todos. Primero fíjate en tus defectos antes de mirar los de tu prójimo. Eso es principio de amor y paz.

Leer:

En aquel tiempo, ponía Jesús a sus discípulos esta comparación:

–¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?

Un discípulo no es más que su maestro, si bien cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.

¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: «hermano, déjame que te saque la mota del ojo, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.

Por obra del Espíritu Santo

El nacimiento de Jesús es, sin lugar a dudas, el evento más importante en la historia de la creación. Marca un antes y un después en la historia de la humanidad. Dios nos regala a su mismo hijo para poder ser salvados en su nombre.

La figura de la Virgen María es importante. Es ella la que dice sí a los planes de Dios en su vida y con su ejemplo nos muestra cómo debemos hacerlo también nosotros.

Hoy es bueno recordar y celebrar las maravillas de Dios en nuestra vida. El Señor nos ama y nos invita a que podamos centrar toda nuestra atención en la misericordia de Dios que nos hace ser hijos suyos.

Leer:

El nacimiento de Jesucristo fue de esta manera:

María, su madre, estaba desposada con José y, antes de vivir juntos, resultó que ella esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo.

José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió repudiarla en secreto. Pero, apenas había tomado esta resolución, se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo:

–«José, hijo de David, no tengas reparo en llevarte a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados.»

Todo esto sucedió para que se cumpliese lo que había dicho el Señor por el Profeta:

«Mirad: la Virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa “Dios–con–nosotros”.»

Bienaventurados los pobres

La pobreza es un tema recurrente en el discurso político y social. Todos los gobiernos del planeta se proponen combatir la pobreza y de hecho es una de las metas u objetivos de desarrollo sostenible de las Naciones Unidas. En las escrituras Jesús dice que bienaventurados o felices los pobres, ¿por qué dice eso? ¿A qué pobres se refiere?

La pobreza a la que se refiere es a la espiritual. Se refiere a aquellos que están llenos de bienes materiales pero vacíos de bienes espirituales. Los “ricos espirituales” son las personas que están llenas de rencor, odio, envidia, soberbia y todos los ídolos de este mundo. 

Es verdad que Jesús también puede referirse a la pobreza material pero en este caso particular nos invita a tener la actitud del “pobre” que sabe que todos sus bienes le vienen de Dios. Tengamos este tipo de pobreza y seremos felices.

Leer:
Texto del Evangelio (Lc 6,20-26): En aquel tiempo, Jesús alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas. 
»Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas».