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El Hijo del hombre también es señor del sábado

Las religiones están llenas de ritos y liturgias. Existen muchas devociones diversas de las cuales las personas hacen uso intensivo. Por ejemplo, en nuestro país, a propósito del día de la Virgen de la Altagracia, mucha gente hace promesas y ejecuta acciones como ofrecimiento en acciones de gracias por algo o para requerir algún favor del altísimo. 

Jesús, con respecto a estas manifestaciones devotas y externas de la religiosidad popular, dio una palabra. Dijo que lo más importante es cumplir lo que significan dichas acciones. Me explico.

Podemos ir de rodillas desde la capital al Santuario de La Altagracia en Higüey. Pero esto no sirve para mucho si odiamos a nuestro prójimo. Podemos hacer promesas por mediación de santos y ángeles pero si no estamos dispuestos a amar como Cristo nos amó, le quitamos efectividad a dichos hechos.

Hoy somos invitados a amar. La mejor forma de vivir el cristianismo es viviendo su mensaje con acciones concretas de cada día.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 2,23-28): Un sábado, cruzaba Jesús por los sembrados, y sus discípulos empezaron a abrir camino arrancando espigas. Decíanle los fariseos: «Mira ¿por qué hacen en sábado lo que no es lícito?». Él les dice: «¿Nunca habéis leído lo que hizo David cuando tuvo necesidad, y él y los que le acompañaban sintieron hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en tiempos del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió los panes de la presencia, que sólo a los sacerdotes es lícito comer, y dio también a los que estaban con él?». Y les dijo: «El sábado ha sido instituido para el hombre y no el hombre para el sábado. De suerte que el Hijo del hombre también es señor del sábado».

La fiebre la dejó y ella se puso a servirles

El inicio de la vida pública de Jesús, y por tanto su misión, estuvo acompañado de señales, prodigios y milagros de todo tipo. Era tanto el revuelo ocasionado por estos fenómenos que de muchos pueblos iban a verle para ser curados por Él. ¿Cuál es el propósito de tales signos? Convertir el corazón.

Es emblemática la curación de la suegra de Pedro. Su fiebre, su enfermedad, le impedía fundamentalmente servir. Es decir, en su cuerpo se manifestaba una enfermedad del alma. Era incapaz de dar amor mediante el servicio a los demás. Por eso debemos, quizás, preguntarnos hoy: ¿padecemos de algún tipo de “fiebre”? ¿Qué hay en nosotros que nos impide amar, perdonar, servir, y bendecir?

Para curar todas las enfermedades ha sido enviado Jesús, especialmente las del alma. Todos envejecemos y morimos. Lo que nos mantendrá vivos en el Señor es hacer su voluntad y entrar en la bendición de su amor. ¡Ánimo! Todas tus dolencias serán sanadas.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 1,29-39): En aquel tiempo, Jesús, saliendo de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles. 
Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios. Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían. 
De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan». El les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido». Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

Venid y lo veréis

Juan Bautista señalaba a Jesús como el Mesías. Decía que el Señor era el cordero de Dios que venía a quitar el pecado del mundo. Invitaba a sus discípulos a seguirle. Ellos fueron detrás de Él. Le preguntaban dónde vivía. Jesús de lo mostró.

¿Donde vive Jesús? Jesús habita en el corazón de aquellos que quieren hacer la voluntad de Dios. Su casa es el interior de los que renuncian a todo lo que tiene para poner su confianza en las cosas de arriba no en las de la tierra. Su morada es el alma de los hombres y mujeres que desean ardientemente la felicidad que solo Jesús puede ofrecer.

Hoy es un buen día para decirle al Señor que Si. Hoy es un excelente momento para seguir y vivir donde vive Cristo. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,35-42): En aquel tiempo, Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que pasaba, dice: «He ahí el Cordero de Dios». Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: «¿Qué buscáis?». Ellos le respondieron: «Rabbí —que quiere decir, “Maestro”— ¿dónde vives?». Les respondió: «Venid y lo veréis». Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con Él aquel día. Era más o menos la hora décima. Andrés, el hermano de Simón Pedro, era uno de los dos que habían oído a Juan y habían seguido a Jesús. Éste se encuentra primeramente con su hermano Simón y le dice: «Hemos encontrado al Mesías» —que quiere decir, Cristo—. Y le llevó donde Jesús. Jesús, fijando su mirada en él, le dijo: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú te llamarás Cefas» —que quiere decir, “Piedra”.

Yo soy voz del que clama en el desierto

Todos hemos tenido momentos en los que alguien nos ha hablado de Dios o de parte de Dios. Hombres o mujeres se nos han pasado al frente y sin ser casualidad han dejado huellas en nuestra vida. Son como ángeles o profetas de parte de Dios. Conviene preguntarnos, ¿los hemos acogido como tales?

Las autoridades judías en tiempo de Jesús no comprendieron lo que estaba pasando. Algunos inclusive pensaban que Juan El Bautista era el Mesías. Al final, quedaron confundidos hasta nuestros días. 

Hoy el Señor quiere que no nos pase como a los fariseos y escribas. Este día es momento propicio para que reconozcamos en nuestros Pastores, sacerdotes o catequistas, ha enviados legítimos de Dios. Amemos a nuestros profetas que el Señor ha suscitado para ser instrumentos de divinos en orden de nuestra salvación.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,19-28): Éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron adonde estaba él desde Jerusalén sacerdotes y levitas a preguntarle: «¿Quién eres tú?». El confesó, y no negó; confesó: «Yo no soy el Cristo». Y le preguntaron: «¿Qué, pues? ¿Eres tú Elías?». El dijo: «No lo soy». «¿Eres tú el profeta?». Respondió: «No». Entonces le dijeron: «¿Quién eres, pues, para que demos respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?». Dijo él: «Yo soy voz del que clama en el desierto: Rectificad el camino del Señor, como dijo el profeta Isaías». 
Los enviados eran fariseos. Y le preguntaron: «¿Por qué, pues, bautizas, si no eres tú el Cristo ni Elías ni el profeta?». Juan les respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de vosotros está uno a quien no conocéis, que viene detrás de mí, a quien yo no soy digno de desatarle la correa de su sandalia». Esto ocurrió en Betania, al otro lado del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

De Egipto llamé a mi hijo

En las escrituras Egipto es símbolo de esclavitud, muerte, cadenas y oscuridad. Es en Egipto donde el pueblo de Israel permaneció esclavo hasta ser liberados por Dios. Su grito de auxilio se escuchó en los cielos y fue atendido por el mismo Dios. ¿Esto tiene algo que ver con nosotros?

En nuestra vida hemos experimentado, digamos así, momentos de sufrimiento y de dolor. Es parte de la vida tener momento de oscuridad y pena. Este tiempo de Navidad es precisamente momento propicio para descubrir que el centro de lo que celebramos es precisamente una respuesta plena y definitiva a nuestros problemas y penas.

Dios ha enviado a su único hijo para salvarnos de la muerte y del pecado. La alegría de este tiempo consiste en que todos tenemos Herodes que nos quieren matar pero el Señor nos libra de la muerte. Los “Herodes” de este tiempo pueden ser los que quieren impedir que hagamos la voluntad de Dios, los que nos persiguen, los que nos martirizan con sus burlas, quejas y objeciones. 

Ha llegado el momento de reconocer y querer que Jesús nazca en nuestros corazones. Solo así podemos experimentar la verdadera liberación. ¡Ánimo! ¡No temas!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 2,13-18): Después que los magos se retiraron, el Ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: «Levántate, toma contigo al Niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al Niño para matarle». Él se levantó, tomó de noche al Niño y a su madre, y se retiró a Egipto; y estuvo allí hasta la muerte de Herodes; para que se cumpliera el oráculo del Señor por medio del profeta: «De Egipto llamé a mi hijo». 
Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terriblemente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos. Entonces se cumplió el oráculo del profeta Jeremías: «Un clamor se ha oído en Ramá, mucho llanto y lamento: es Raquel que llora a sus hijos, y no quiere consolarse, porque ya no existen».

El otro discípulo a quien Jesús quería

En estas celebraciones de octava de Navidad, continuamos con la alegría de la conmemoración del nacimiento de Jesús. Este gran evento, que dividió el tiempo en dos, ha sido le más celebrado en la historia de la humanidad, ¿por qué?

Jesús, la encarnación del amor de Dios, con su nacimiento nos hace partícipe de una buena noticia. Dios nos ama tanto que ha enviado a su hijo único y primogénito para que con su presencia en a tierra diera testimonio de su amor. Es el centro del mensaje. Dios nos ama tanto que se ha hecho presente entre nosotros, sábado y perdonando nuestro pecados. Liberándonos a todos de la esclavitud del mal.

Ser discípulo de Cristo es ser testigo del amor de Dios. Ser testigos de su victoria sobre la muerte. ¡Ánimo! ¡Vivir alegres! ¡Cristo ha resucitado!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 20,2-8): El primer día de la semana, María Magdalena fue corriendo a Simón Pedro y a donde estaba el otro discípulo a quien Jesús quería y les dice: «Se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde le han puesto». Salieron Pedro y el otro discípulo, y se encaminaron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió por delante más rápido que Pedro, y llegó primero al sepulcro. Se inclinó y vio las vendas en el suelo; pero no entró. Llega también Simón Pedro siguiéndole, entra en el sepulcro y ve las vendas en el suelo, y el sudario que cubrió su cabeza, no junto a las vendas, sino plegado en un lugar aparte. Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado el primero al sepulcro; vio y creyó.

Él dio testimonio de la verdad

En tiempo de navidad esperamos renovar el nacimiento de Jesús en nuestros corazones. Esperamos la venida del Señor a nuestra vida, ¿para qué es importante vivir en plenitud estos tiempos litúrgicos?

El Señor, por nuestro bautismo, nos constituye en testigos de su amor. María, la humilde esclava de Dios, cantaba las maravillas de Dios. ¡Qué grande es el Amor de Dios! ¡Qué maravillosa su obra en nosotros! Vivamos en alegría y felicidad plena. No es tiempo para la tristeza. Este es el momento de vivir según la voluntad de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 5,33-36): En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos: «Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. No es que yo busque testimonio de un hombre, sino que digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí».

En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios

Los padres tenemos muchos consuelos y momentos de alegría con nuestros hijos. También tenemos momentos de dolor y sufrimiento. En sentido general, los hijos son la responsabilidad de los padres y ellos le deben obediencia y respeto.

Las escrituras toman esta figura y hablan de un padre que tiene dos hijos. A uno le dice que haga algo y no lo hace. Lo mismo sucede con otro pero este si hace lo que el padre dice. ¿Qué significa esto?

Pues que lo más importante es hacer lo que dice nuestro padre Dios nos dice. Es decir, poner en práctica la palabra de Dios. De nada nos sirve que digamos que seamos hijos de Dios si no hacemos lo que dice y ponemos en práctica su palabra.

La salvación nos viene de hacer la voluntad de Dios. Por eso, en el día de hoy, estamos llamados a ser hijos obedientes que ponen en práctica sus consejos. Seamos hijos obedientes de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 21,28-32): En aquel tiempo, Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: «¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Llegándose al primero, le dijo: ‘Hijo, vete hoy a trabajar en la viña’. Y él respondió: ‘No quiero’, pero después se arrepintió y fue. Llegándose al segundo, le dijo lo mismo. Y él respondió: ‘Voy, Señor’, y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?». «El primero», le dicen. Díceles Jesús: «En verdad os digo que los publicanos y las rameras llegan antes que vosotros al Reino de Dios. Porque vino Juan a vosotros por camino de justicia, y no creísteis en él, mientras que los publicanos y las rameras creyeron en él. Y vosotros, ni viéndolo, os arrepentisteis después, para creer en él».

¿Con qué autoridad haces esto?

En todo el continente americano, se celebra hoy el día de la Virgen de Guadalupe. Ciertamente es una advocación de la virgen en México, pero es un patrimonio universal. María, madre de Cristo, es también madre nuestra.

Dios actuó y actúa mediante personas concretas. Por ejemplo, Juan El Bautista, voz que clamaba en el desierto y preparaba el camino del Señor, fue extraordinario instrumento en manos de Dios.

María, madre de Jesús, nuestro Señor, es la imagen perfecta de todo cristiano y por tanto un modelo a seguir ideal. Miremos hoy a Maria y pidamos que nos bendiga con la gracia de hacer siempre la voluntad de su Hijo, salvador del mundo entero.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 21,23-27): En aquel tiempo, Jesús entró en el templo. Mientras enseñaba se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo diciendo: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?». Jesús les respondió: «También yo os voy a preguntar una cosa; si me contestáis a ella, yo os diré a mi vez con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?». Ellos discurrían entre sí: «Si decimos: ‘Del cielo’, nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’. Y si decimos: ‘De los hombres’, tenemos miedo a la gente, pues todos tienen a Juan por profeta». Respondieron, pues, a Jesús: «No sabemos». Y Él les replicó asimismo: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».

¿Pero, con quién compararé a esta generación?

En todas las épocas hay un llamado constante a conversión. Cada generación tiene sus particulares. ¿En qué estamos en estos tiempos?

En el mundo en que vivimos estamos enfrentando un enfriamiento del sentido espiritual de la vida. Todos están enfocados en el consumismo. Parece que el éxito y la felicidad consiste en lo que se tiene y no en lo que se es. Las personas de esta generación parece que no les interesa el mensaje de salvación. Están tan enfocados en el día a día que pierden el sentido de lo celeste, espiritual y trascendental. Frente a este escenario, ¿a qué nos llama el Señor?

Abrir nuestro corazón al mensaje de alegría y salvación. El camino de Dios es el sendero de la felicidad plena y la firma de vivir la vida como debe ser. Hoy en undis oportuno para dar importancia a lo que realmente la tiene. ¡Animo! Vivir alegres que el Señor está cerca.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 11,13-19): En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: «¿Pero, con quién compararé a esta generación? Se parece a los chiquillos que, sentados en las plazas, se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonado endechas, y no os habéis lamentado’. Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: ‘Demonio tiene’. Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por sus obras».