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¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación?

En el refranero popular hay una frase que ilustra muy bien la actitud que muchas veces tenemos frente a la vida: “ni con pito no con flauta”. Muchas veces, los seres humanos proclives a ver el “vaso medio vacío, en vez de medio lleno”, nos quejamos de todo. Tenemos como una actitud negativa que solo ve lo que no tenemos o hemos logrado en lugar de darnos cuenta de las cosas maravillosas que suceden en nuestra vida.

En tiempos de Jesús muchas personas fueron testigos de los Milagros y las obras maravillosas que realizaba, mas sin embargo muchos le acusaban y dudaban de Él. Si asi algo de sanación decían que era por espíritus malignos que lo realizaba y por otro lado pedían señales. 

En nuestra vida, a veces, tenemos la misma actitud. Pensamos que Él Señor se equivoca en todo. No nos damos cuenta que todo es bueno y todo obra para bien. Es importante que hoy cambiemos el “chip”. Amemos la vida y aprendamos a reconocer la presencia de Dios en todo, incluyendo aquellas cosas que no nos parecen.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 7,31-35): En aquel tiempo, el Señor dijo: «¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: ‘Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonando endechas, y no habéis llorado’. Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: ‘Demonio tiene’. Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: ‘Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores’. Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos».

¡Y a ti misma una espada te atravesará el alma!

El sufrimiento humanamente no tiene sentido. Todo el mundo lo rechaza. Nadie quiere sufrir. Nos pasamos la vida entera trabajando y esforzándonos para precisamente pasarla bien, ser felices y no sufrir. De hecho hay religiones que hablan de “Pare de sufrir”. ¿Puede el sufrimiento tener algo de sentido?

No hay nada parecido al sufrimiento de una madre que tiene que ver a su hijo condenado a muerte y ser Crucificado para vergüenza de toda su familia y de ella misma. ¡Qué duro es ver sufrir a su hijo querido!

María, da ejemplo de santidad. Ella no huye del sufrimiento. Antes bien, encuentra en el la oportunidad de santidad. Entra en la voluntad de Dios y al hacerlo, convierte el mal en bien, el sufrimiento en santidad. 

Sigamos hoy el “camino” de María que sabiendo la voluntad la realiza con la seguridad de que Dios le dará la felicidad verdadera.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 2,33-35): En aquel tiempo, el padre de Jesús y su madre estaban admirados de lo que se decía de Él. Simeón les bendijo y dijo a María, su madre: «Éste está puesto para caída y elevación de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción -¡y a ti misma una espada te atravesará el alma!- a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones».

Para que el mundo se salve por Él

Hoy es el día en que se celebra la cruz. Muchos se escandalizarían de este día. ¿Cómo es posible que se celebre la muerte de un justo en un madero? ¿Qué tiene de bueno que alguien sea sentenciado a muerte de cruz?

La cruz es símbolo de todo lo que nos destruye, va en contra de nuestros esquemas, nos hace sufrir o no aceptamos de nuestra vida. No hay cosa en nuestra existencia más profunda que la cruz. 

Todos los seres humanos, sin excepción, tenemos una cruz. Que quiere decir que tenemos un sufrimiento concreto, pequeño o grande, que nos hace sentirnos impotentes y a veces nos mete en duda de Fe. ¿Cuál es tu cruz hoy? ¿Cuál es el sufrimiento que tienes hoy?

La buena noticia es que este sufrimiento el Señor lo hace glorioso. El sentido del sufrimiento que tu no te has buscado, sino que ha sido Dios que lo permitido, es hacerte santo. Si, aceptar la enfermedad, vejez, humillación, temperamento de un ser querido, entre otras es una medio de purificación y crecimiento. En el mundo hay muchas personas que han encontrado en la tragedia el medio de un nivel de felicidad mas plena y profunda.

Dios nos invita hoy a entrar en nuestra historia bendiciéndole con toda el alma. Sabiendo que Él lo ha hecho todo bien y quiere que seamos felices. ¡Ánimo! La cruz es un bendición y al final siempre encontraremos la resurrección.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 3,13-17): En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él».

¿Podrá un ciego guiar a otro ciego?

En el ser humano hay una tendencia natural a la auto justificación. La sociedad no acepta al que se equivoca o rompe algún esquema. Estamos acostumbrados a medirnos a nosotros mismos por encima de los demás. Esto tiene repercusiones en nuestra Fe.

La autoestima es la valoración que tenemos de nosotros mismos. Es cierto que hay personas con autoestima baja pero a pesar de esa realidad, la mayor parte de nosotros tendemos, por nuestro pecado, a pensar que somos mejores de los demás. Cuando discutimos con la pareja o con un amigo nos creemos que tenemos siempre la razón. Cuando tenemos algún altercado en la calle con algún conductor u oficial siempre nos defendemos y nunca pensamos o decimos que nos hemos equivocado. 

Hoy el Señor nos invita a mirar nuestros pecados y faltas con el propósito de no juzgar a los demás. Cuando alguien reconoce sus errores inmediatamente tiene mas paciencia para aceptar los errores en los demás. 

La realidad es que somos todos “ciegos” que significa que somos pecadores y no podemos juzgar a nadie. Todos los días tenemos la oportunidad de amar a los demás. Siempre tengamos presente nuestra “ceguera” para ser hulmides y nunca juzgar a nadie.
Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,39-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo por encima del maestro. Todo discípulo que esté bien formado, será como su maestro. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo’, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano».

Generación de Jesucristo

Cuando leemos el evangelio y nos damos cuenta de la ascendencia de Jesús pensamos que automáticamente que Jesucristo es verdaderamente hijo de Dios, ¿por qué? 

La elección que Dios ha hecho sobre los hombres está siempre en función de generaciones y generaciones. Jesús es salvador no solo de los que vivieron con Él en la tierra. Él ha sido enviado para salvación de toda la humanidad.

Jesús, hijo de Dios, ha nacido en la carne de una mujer que representa a todas las generaciones pasadas del pueblo de Israel. María es símbolo de todas las tribus y generaciones que han pasado y que pasarán sobre la tierra.

Bendita sea la madre de Jesús que nos abre las puertas también hoy al inmenso amor de Dios manifestado en Jesús.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 1,1-16.18-23): Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrom, Esrom engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naassón, Naassón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rahab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David. 
David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón, Salomón engendró a Roboam, Roboam engendró a Abiá, Abiá engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Joram, Joram engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatam, Joatam engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amón, Amón engendró a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando la deportación a Babilonia. 
Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliakim, Eliakim engendró a Azor, Azor engendró a Sadoq, Sadoq engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Mattán, Mattán engendró a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.
La generación de Jesucristo fue de esta manera: su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: «He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel», que traducido significa: “Dios con nosotros”.

Lo viejo y lo nuevo

La venida de Jesús al mundo provocó un antes y un después en la historia de la humanidad. El Señor quiere manifestar su gloria mediante el establecimiento de un nuevo orden. ¿Esto implica el olvido de lo anterior?

El Señor de señores ha hecho una historia maravillosa con la humanidad empezando con el pueblo de Israel. Le enseñó la ley y la misma fue un instrumento idóneo en el camino de salvación del pueblo.

Con la llegada de Jesús, dicha ley no se anula. Jesucristo lleva a un grado superior la Torah. En Él podemos disfrutar de lo nuevo y de lo viejo a su máxima potencia.

Cumplamos la ley, pero como lo hace Jesús, sobre todo, el espíritu de la ley que es el amor a todos y todas incluyendo a nuestros enemigos. Aquí radica la novedad del mesías. Ya no tenemos que cumplir solo la letra. Ahora recibimos de parte del Señor el espíritu para cumplir con la letra indica. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 5,33-39): En aquel tiempo, los fariseos y los maestros de la Ley dijeron a Jesús: «Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y recitan oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben». Jesús les dijo: «¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán en aquellos días».
Les dijo también una parábola: «Nadie rompe un vestido nuevo para echar un remiendo a uno viejo; de otro modo, desgarraría el nuevo, y al viejo no le iría el remiendo del nuevo. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino nuevo reventaría los pellejos, el vino se derramaría, y los pellejos se echarían a perder; sino que el vino nuevo debe echarse en pellejos nuevos. Nadie, después de beber el vino añejo, quiere del nuevo porque dice: ‘El añejo es el bueno’».

Levantándose al punto, se puso a servirles

Una de las características de la obra de Jesús en la tierra fueron sus milagros. Pasaba de pueblo en pueblo sanando y expulsando demonios de las personas aquejadas de dichos males. Jesús vino a salvar y liberar al ser humano de todas sus dolencias.

La enfermedad física puede utilizarse como símbolo de algo mucho más profundo. El que está enfermo no puede operar bien. Se ve limitado de muchas maneras. No puede trabajar o desempeñar regularmente sus tareas diarias. 

Muchas veces nos encontramos aquejados de males “del alma”. Tenemos rechazos, odios, rencores, pereza, ira, entre otros males que paralizan nuestra capacidad de amar o servir.

La buena noticia es que Jesús tiene el poder de sanarnos de todas esas cosas que nos impiden ser felices. ¿Hoy te sientes sin ganas de nada? Tranquilo, órale al Señor que el te sanará.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 4,38-44): En aquel tiempo, saliendo de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles. A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo Él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él, conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que él era el Cristo. 
Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando donde Él, trataban de retenerle para que no les dejara. Pero Él les dijo: «También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado». E iba predicando por las sinagogas de Judea.

Cállate, y sal de él

Es una casualidad divina que ayer estaba hablando con personas sobre el tema de los demonios y posiciones. Al igual que todos, con las personas con las que hablaba, se sentía temerosas de tratar temas tan lúgubres y misteriosos. Les afirmaba lo mismo que este evangelio: ¡no teman! Jesús tiene poder sobre los demonios.

Es cierto que existen los demonios como seres espirituales o ángeles caídos pero su influencia es limitada ya que Dios en Jesús les ha vencido.

De lo que tenemos que preocuparnos son de los “demonios” que dominan a las personas llenas de odio, mentira y vanidad.

Leía un artículo de un exorcista que decía que el pecado preferido del demonio es la soberbia. Eso quiere decir, que aquel está dominado por su soberbia ha caído bajo el influjo de lo malo.

Hoy pongamos nuestra confianza en el Señor. Invoquemos su nombre constantemente porque en su poder estamos siempre salvos y seguros.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 4,31-37): En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba. Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces: «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios». Jesús entonces le conminó diciendo: «Cállate, y sal de él». Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño. Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros: «¡Qué palabra ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen». Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.

Sepulcros blanqueados

Las relaciones humanas son complejas. Desde siempre, el ser humano se ha organizado en sociedad o grupo. En tener establecido un buen sistema de vínculos familiares, amistosos y de jerarquía social hace posible la convivencia humana. En estas relaciones, ¿siempre prevalece la honestidad y sinceridad?

Si somos honestos con nosotros mismos y reconocemos lo que podemos observar en el día a día del trato con las personas, muchas veces las personas mentimos y disfrazamos la mentira con diversas formas de medias verdades. En otras palabras, hay mucho de hipocresía en el ser humano.

Por ejemplo, el comportamiento social de muchos es la de decir siempre que si a un requerimiento o pedido aunque no podamos realmente cumplir con nuestra palabra empeñada. Es común la expresión “no se preocupe, estamos trabajando en eso” y al final nunca termina el dichoso trabajo de aquel que dice que nos ayudará y nunca termina ayudándonos.

Hoy el Señor nos invita a no ser “sepulcros blanqueados” en el sentido de personas que parecen buenas por fuera y por dentro están llenas de odios, mentiras y rencores. Busquemos “blanquear” nuestro interior para que desde la honestidad en el amor podamos construir relaciones sanas y duraderas.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,27-32): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: ‘Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas!’. Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!».

Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos

Para todo el que está en Dios la vida es una fiesta. Los banquetes son expresiones culturales presentes en todas las sociedades y culturas del mundo. Son la expresión máxima de alegría y regocijo. Cuando es tiene a Dios en el corazón esto se hace necesario, natural y oportuno. ¿Qué se tiene que hacer para participar de la alegría y banquete del Señor?

Debemos tener lo apropiado para una fiesta. El traje es fundamental. El protocolo determina que llevar puesto para cada ocasión. En el caso de la “fiesta” del Señor debemos llevar con nosotros la naturaleza misma de Dios. Estar adornados con las “joyas” de las buenas obras realizadas mediante su gracia.

Todos estamos invitados a la fiesta que nos ofrece nuestro Dios. El único requisito es estar dispuesto y entrar con corazón humilde y disposición total a dejar los “trajes feos” y ponerte el mas bonito de los “vestidos” que es el amor de Dios hecho obras en nuestras vidas.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 22,1-14): En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a los grandes sacerdotes y a los notables del pueblo: «El Reino de los Cielos es semejante a un rey que celebró el banquete de bodas de su hijo. Envió a sus siervos a llamar a los invitados a la boda, pero no quisieron venir. Envió todavía a otros siervos, con este encargo: ‘Decid a los invitados: Mirad, mi banquete está preparado, se han matado ya mis novillos y animales cebados, y todo está a punto; venid a la boda’. Pero ellos, sin hacer caso, se fueron el uno a su campo, el otro a su negocio; y los demás agarraron a los siervos, los escarnecieron y los mataron. Se airó el rey y, enviando sus tropas, dio muerte a aquellos homicidas y prendió fuego a su ciudad.
»Entonces dice a sus siervos: ‘La boda está preparada, pero los invitados no eran dignos. Id, pues, a los cruces de los caminos y, a cuantos encontréis, invitadlos a la boda’. Los siervos salieron a los caminos, reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala de bodas se llenó de comensales. Entró el rey a ver a los comensales, y al notar que había allí uno que no tenía traje de boda, le dice: ‘Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin traje de boda?’. Él se quedó callado. Entonces el rey dijo a los sirvientes: ‘Atadle de pies y manos, y echadle a las tinieblas de fuera; allí será el llanto y el rechinar de dientes’. Porque muchos son llamados, mas pocos escogidos».