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Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca

Somos enviados al mundo a suscitar esperanza y alegría. Los discípulos de Cristo tenemos el deber, quizás podríamos decirlo así, de anunciar con fuerza que ya no tenemos que estar tristes o vivir sin sentido. En Cristo se ha manifestado el amor y perdón de Dios que se da gratis a todos aquellos que abren su corazón para recibirlo.

¿Cuántas personas necesitan de una palabra de aliento? ¿Cuáles son aquellos a nuestro alrededor que esperan ver en nosotros signos y obras que les ayuden a descubrir a Dios? Hermanos y hermanas, el mundo necesita de Dios y una de las maneras principales de conocerlo es a través de testigos fieles y valientes de su amor.

¡Ánimos! ¿Estás dispuesto? Estoy seguro de que sí. ¡Adelante!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 10,7-15): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus Apóstoles: «Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca. Curad enfermos, resucitad muertos, purificad leprosos, expulsad demonios. Gratis lo recibisteis; dadlo gratis. No os procuréis oro, ni plata, ni calderilla en vuestras fajas; ni alforja para el camino, ni dos túnicas, ni sandalias, ni bastón; porque el obrero merece su sustento. En la ciudad o pueblo en que entréis, informaos de quién hay en él digno, y quedaos allí hasta que salgáis. Al entrar en la casa, saludadla. Si la casa es digna, llegue a ella vuestra paz; mas si no es digna, vuestra paz se vuelva a vosotros. Y si no se os recibe ni se escuchan vuestras palabras, salid de la casa o de la ciudad aquella sacudiendo el polvo de vuestros pies. Yo os aseguro: el día del Juicio habrá menos rigor para la tierra de Sodoma y Gomorra que para aquella ciudad».

Dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel

El mundo necesita conocer el amor de Dios. Todos vamos a un ritmo de vida que nos impide vivir. Esto quiere decir, que estamos tan afanados que nos llenamos de preocupaciones y angustias que constantemente nos invitan al desánimo y al astío. ¿Cómo sería la existencia sin encontrar el sentido de todo?

Cuando Jesús envía a sus apóstoles les encarga anunciar el reino de Dios. Les da una misión, por tanto, un propósito en la vida. Les invita a dar gratis lo que gratis han recibido y esto es el Amor de Dios. Un corazón que ha experimentado el amor, puede dar amor.

¡Ánimo! Necesitamos de evangelizadores. Y también nosotros somos llamados a evangelizar, a estar disponibles. Dios nos elige y nos ayuda.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 10,1-7): En aquel tiempo, llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó. A éstos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: «No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigíos más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca».

La mies es mucha y los obreros pocos

Son muchos los trabajos en la Iglesia. La cantidad de servicios y ministerios es innumerable. El más importante de todos es la evangelización. La “viña” necesita obreros que la trabajen. Ese mundo necesita de misioneros que siembren la palabra de Dios y su amor en los corazones de cada hombre y mujer que habita este planeta, ¿con quien cuenta el Señor?

Cuenta contigo y conmigo. Si… somos débiles y pecadores pero Él se deja ayudar de personas precarias como nosotros para manifestar su amor. Sooo necesita una cosa de nosotros: nuestra disponibilidad. ¿Estás dispuesto? Si decimos que si vamos a experimentar la mayor de las felicidades. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,32-38): En aquel tiempo, le presentaron un mudo endemoniado. Y expulsado el demonio, rompió a hablar el mudo. Y la gente, admirada, decía: «Jamás se vio cosa igual en Israel». Pero los fariseos decían: «Por el Príncipe de los demonios expulsa a los demonios».

Jesús recorría todas las ciudades y aldeas, enseñando en sus sinagogas, proclamando la Buena Nueva del Reino y sanando toda enfermedad y toda dolencia. Y al ver a la muchedumbre, sintió compasión de ella, porque estaban vejados y abatidos como ovejas que no tienen pastor. Entonces dice a sus discípulos: «La mies es mucha y los obreros pocos. Rogad, pues, al Dueño de la mies que envíe obreros a su mies».

¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado

Los milagros tienen el propósito de suscitar la Fe. Dios quiere que manifestando su poder todos puedan abrirse a la vida que viene por creer que Jesús es Señor de todo y todos. Esta Fe nos resucita de la muerte y nos concede vivir una vida nueva.

Nuestras enfermedades son curadas y nuestras preocupaciones adquieren sentido trascendente. Dios nos invita a aceptar nuestra historia, bendiciendo a todo momento por lo que nos acontece.

¡Ánimo! La felicidad nos viene de creer que Dios nos ama y nos invita a aceptar su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,18-26): En aquel tiempo, Jesús les estaba hablando, cuando se acercó un magistrado y se postró ante Él diciendo: «Mi hija acaba de morir, pero ven, impón tu mano sobre ella y vivirá». Jesús se levantó y le siguió junto con sus discípulos. En esto, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años se acercó por detrás y tocó la orla de su manto. Pues se decía para sí: «Con sólo tocar su manto, me salvaré». Jesús se volvió, y al verla le dijo: «¡Ánimo!, hija, tu fe te ha salvado». Y se salvó la mujer desde aquel momento.

Al llegar Jesús a casa del magistrado y ver a los flautistas y la gente alborotando, decía: «¡Retiraos! La muchacha no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Mas, echada fuera la gente, entró Él, la tomó de la mano, y la muchacha se levantó. Y la noticia del suceso se divulgó por toda aquella comarca.

¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?

Jesús no vino por los buenos o por los que se creen buenos. Vino a salvar a los que se reconocen pecadores y saben, en lo profundo de su corazón, que no son merecedores de la misericordia divina.

La alegria que transmitía el Señor a los rechazados era sorprendente. Los corruptos de su tiempo cambiaban de conducta porque se encontraban con alguien que les amaba profundamente. Recibían el perdón y la misericordia. Esta era la fuerza capaz de transformar la vida de aquellos pecadores.

¡Ánimo! Hoy es bueno y conveniente experimentar el amor de Dios en nuestras vidas.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,9-13): En aquel tiempo, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: «Sígueme». Él se levantó y le siguió. Y sucedió que estando Él a la mesa en casa de Mateo, vinieron muchos publicanos y pecadores, y estaban a la mesa con Jesús y sus discípulos. Al verlo los fariseos decían a los discípulos: «¿Por qué come vuestro maestro con los publicanos y pecadores?». Mas Él, al oírlo, dijo: «No necesitan médico los que están fuertes, sino los que están mal. Id, pues, a aprender qué significa aquello de: ‘Misericordia quiero, que no sacrificio’. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores».

¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados

El mundo siempre sigue a los soñadores. Muchos líderes espirituales lograr aglutinar en torno a ellos un grupo de seguidores por la promesa de sanación y experiencias místicas. Las personas siguen a quienes le prometen curaciones milagrosas. Nadie quiere morir, estar enfermo o padecer algún mal. ¿Cómo vive el cristianismo esta realidad?

Los milagros tiene sentido porque suscitan la Fe. El propósito de una curación no puede limitarse a eliminar la enfermedad física. Lo más importante es la sanación integral de la persona. No hay peor mal que un alma “empecatada”, llena de pecados. La muerte interior es la forma más común de muerte. Muchas personas viven pero están muertas. No tienen felicidad.

Es por eso que podemos pedir a Dios milagros. Pero lo más importante es el perdón de los pecados. El mayor milagro es el moral. El cambio de vida. Un alma que logra encontrarse con Dios y su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 9,1-8): En aquel tiempo, subiendo a la barca, Jesús pasó a la otra orilla y vino a su ciudad. En esto le trajeron un paralítico postrado en una camilla. Viendo Jesús la fe de ellos, dijo al paralítico: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados». Pero he aquí que algunos escribas dijeron para sí: «Éste está blasfemando». Jesús, conociendo sus pensamientos, dijo: «¿Por qué pensáis mal en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o decir: ‘Levántate y anda’? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados —dice entonces al paralítico—: ‘Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa’». Él se levantó y se fue a su casa. Y al ver esto, la gente temió y glorificó a Dios, que había dado tal poder a los hombres.

¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios?

¿Con quié estás? ¿Estás con Dios o con el demonio? Para algunos oídos sensitivos, esta pregunta puede parecer un insulto. Dirá alguno que lee esas preguntas, ¿cómo se atreve a sugerir que estoy con el demonio? Nos puede parecer que se nos juzga y se nos falta al respeto.

Jesucristo acusó en varias ocasiones a algunos que lo perseguían de hijos del demonio. Les denunciaba sus acciones, no para condenarles, sino para que se dieran cuenta de su error, y quizás pudieran arrepentirse y cambiar de vida.

La verdad es que debemos reconocer que muchas veces nuestros actos no son según Dios. Y no hablamos de cosas graves como el asesinato o robo. Cuando murmuramos, juzgamos, pensamos mal o nos creemos mejores que los demás, estamos también más del lado del mal que del bien.

Aquí la clave es reconocer nuestros pecados y dejar que el Señor nos saque el mal de nuestro corazón, que purifique nuestra alma y nos haga ser hijos de Dios Padre. Pidamos a Dios su ayuda para que se realice en nosotros su acción salvadora.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 8,28-34): En aquel tiempo, al llegar Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?». Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo. Y le suplicaban los demonios: «Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos». Él les dijo: «Id». Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas. Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los endemoniados. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término.

Dichosos los que no han visto y han creído

Todos nosotros somos Tomás. No hemos visto físicamente a Jesús. Nunca hemos tocado al maestro que decimos seguir. Jamás hemos abrazado y saludado son Señor de manera física. En un mundo donde el método científico domina nuestra mentalidad y nos invita a confirmar con evidencias empíricas nuestras creencias, ¿es posible creer sin ver en los misterios de la salvación?

La realidad es que creemos porque hemos visto. En algún momento, dentro de la llamada que Dios nos ha hecho, hemos “experimentado” al Señor en nuestras vidas. Hemos creído porque el Señor se nos ha aparecido resucitado a través de la predicación, la palabra, los sacramentos y la oración. Esos son los medios a través de los cuales podemos “tocar” al Señor, nuestro salvador.

Hoy estamos nuevamente invitados a tocar y experimentar la presencia sanadora de Jesús. Hoy viene a darnos La Paz. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 20,24-29): Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor». Pero él les contestó: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y no meto mi dedo en el agujero de los clavos y no meto mi mano en su costado, no creeré».

Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro y Tomás con ellos. Se presentó Jesús en medio estando las puertas cerradas, y dijo: «La paz con vosotros». Luego dice a Tomás: «Acerca aquí tu dedo y mira mis manos; trae tu mano y métela en mi costado, y no seas incrédulo sino creyente». Tomás le contestó: «Señor mío y Dios mío». Dícele Jesús: «Porque me has visto has creído. Dichosos los que no han visto y han creído».

Maestro, te seguiré adondequiera que vayas

La disponibilidad es fundamental en tiempos de evangelización. Es una de las características fundamentales de un cristiano. ¡Ay de mí si no anunciara el evangelio!

Claro, el anuncio del evangelio tiene sus dimensiones y métodos. Algunos son llamados a ser misioneros en las periferias, enviados a todas partes. Otros, evangelizan desde sus carismas específicos. Cada quien tiene un lugar importante en el amplio abanico de posibilidades de evangelización. ¿Cuál es el tuyo?

¡Ánimo! Lo más importante es que tu proyecto sea el mismo que Dios que consiste en anunciar a los pobres la buena nueva del reino.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 8,18-22): En aquel tiempo, viéndose Jesús rodeado de la muchedumbre, mandó pasar a la otra orilla. Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas». Dícele Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza». Otro de los discípulos le dijo: «Señor, déjame ir primero a enterrar a mi padre». Dícele Jesús: «Sígueme, y deja que los muertos entierren a sus muertos».

No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos

Para saber en qué cree una persona, basta con mirar sus obras. Muchas veces las personas decimos cosas que no son acompañadas con los hechos. Nos falta integridad. Nos falta que la mente, el corazón y las acciones estén en comunión.

Los cristianos tenemos el peligro de caer en estas actitudes farisaicas. Podemos estar cumpliendo sacramentos y no tener el más mínimo amor hacia los demás. Debemos reconocer, yo el primero, que muchas veces hablamos muy bonito pero accionamos muy feo.

Ante esta realidad, Jesús nos invita a convertirnos. Nos llama a poner en práctica el evangelio. Las obras, muchas veces, son más importantes que las palabras. Pidamos la gracia a Dios para tener la gracia de cumplir su voluntad. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,21-29): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’. Y entonces les declararé: ‘¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!’.

»Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».

Y sucedió que, cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas.