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Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo

El gozo que nos promete el Señor es la promesa más grande que se nos puede hacer. Dios quiere que seamos felices y tengamos gozo en nuestro corazón. ¿Se puede ser feliz en este mundo?

Ciertamente no hay muchas alegrías en el mundo, en el sentido que no podemos esperar que las vanidades, cosas materiales y demás ídolos nos den la vida. Todas estas cosas pueden separarnos de Dios y su amor.

El gozo viene de Dios y se nos da mediante el Espíritu Santo. Podemos experimentar esto desde ahora y alcanzar la plenitud en el cielo. Pongamos nuestro corazón en las cosas del cielo y nuestra vida transcurrirá de gozo en gozo. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 16,20-23a): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «En verdad, en verdad os digo que lloraréis y os lamentaréis, y el mundo se alegrará. Estaréis tristes, pero vuestra tristeza se convertirá en gozo. La mujer, cuando va a dar a luz, está triste, porque le ha llegado su hora; pero cuando ha dado a luz al niño, ya no se acuerda del aprieto por el gozo de que ha nacido un hombre en el mundo. También vosotros estáis tristes ahora, pero volveré a veros y se alegrará vuestro corazón y vuestra alegría nadie os la podrá quitar. Aquel día no me preguntaréis nada».

Si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito

Los seres humanos hemos inventado las herencias y testamentos. En el pasar de los siglos, los abogados se han encargado de repartir los bienes que han dejado las personas a su descendencia y demás instituciones o amigos. Cuando Jesús subió al Padre, resucitado de la muerte, ¿nos dejó una herencia?

El Señor, que nos ama profundamente, nos ha dejado el don más precioso que es la vida dentro de nosotros. Nos dejó la gracia de tener una fuente de agua vivía que nos lleva a la vida eterna y esto se hace mediante el Espíritu Santo de Dios. Esta paráclito, abogado o defensor, nos reparte abundamente las gracias de Dios. ¿Qué quieres? ¿Necesitas la gracia de perdonar y pedir perdón? ¿Quieres tener la sabiduría para entender para qué te está pasando los acontecimientos actuales? ¿Estás triste y necesitas que alguien te demuestre amor? Dios te lo da, mediante Jesucristo, por la gracia del Espíritu Santo. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 16,5-11): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Pero ahora me voy a Aquel que me ha enviado, y ninguno de vosotros me pregunta: ‘¿Adónde vas?’. Sino que por haberos dicho esto vuestros corazones se han llenado de tristeza. Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, no vendrá a vosotros el Paráclito; pero si me voy, os lo enviaré: y cuando Él venga, convencerá al mundo en lo referente al pecado, en lo referente a la justicia y en lo referente al juicio; en lo referente al pecado, porque no creen en mí; en lo referente a la justicia porque me voy al Padre, y ya no me veréis; en lo referente al juicio, porque el Príncipe de este mundo está juzgado».

El Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí

El Espíritu Santo es el don más precioso que nos ha dado nuestro Señor Jesús. Si podemos hablar de algún testamento de Jesucristo, la herencia que nos ha dejado nuestro Señor, es precisamente el Espíritu Santo.

Este don hermoso nos muestra la verdad de la vida que consiste en el amor de Dios. Todo lo que ocurre en nuestra existencia es fruto del amor. Dios da sentido y propósito a nuestra vida mediante su Espíritu paráclito que nos defiende de los ataques del mundo, la carne y el demonio que buscan meternos en un sin sentido y en la tristeza profunda.

El Espíritu es vida. Necesitamos defender la presencia de nuestro Señor mediante su Espíritu todos los días. Pedir este don es suficiente para enfrentar y soportar los avatares que se nos presente hoy y siempre. ¡Ven Espíritu e inunda nuestra mente del amor de Dios!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 15,26—16,4): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré desde el Padre, el Espíritu de la verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de mí. Pero también vosotros daréis testimonio, porque estáis conmigo desde el principio. Os he dicho esto para que no os escandalicéis. Os expulsarán de las sinagogas. E incluso llegará la hora en que todo el que os mate piense que da culto a Dios. Y esto lo harán porque no han conocido ni al Padre ni a mí. Os he dicho esto para que, cuando llegue la hora, os acordéis de que ya os lo había dicho».

que os améis los unos a los otros como yo os he amado

Jesús nos dejó un mandamiento. En el mismo nos invita amarnos los unos a los otros pero como Él nos ha amado. Y, ¿cómo nos ha amado Jesús?

La palabra amor está desvalorizada. En estos tiempos del espectáculo, la postverdad y demás vanidades e ilusione; se nos presente el verdadero amor. Dios nos ama y lo demuestra dando la vida por nosotros. ¿Tú das la vida por los demás?

¿Amas a tu familia y le perdonas sus faltas y ofensas?, ¿nos tomas en cuenta las injusticias en el trabajo y sirves a todos como si fuera al Señor? ¿No albergas en tu corazón ni odio, ni resentimiento ni rechazo por los demás? Es probable que algo de esto se da en tu vida, pero tranquilo, no temas, que Dios puede darte la gracia de cumplir sus mandamientos.

¿Qué significar amar según Dios? Amar en la dimensión de la Cruz. Pídele perdón a tus familiares, compañeros de trabajo o amigos  con los que tengas algún problema o conflicto. No importa si tienes razón o no. Lo que importa es que ames como Dios te ama.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 15,12-17): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Éste es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. No os llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a vosotros os he llamado amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros, y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os mando es que os améis los unos a los otros».

No se turbe vuestro corazón ni se acobarde

Vivimos en una época de grandes y pequeñas amenazas. La inseguridad en todos los órdenes nos hacen sentir desprotegidos y con miedo. Jesús a sus discípulos nos da una palabra.

El Señor viene a nuestra vida y nos da La Paz. Nos hace ver que Dios es bueno y todo lo hace bien. Tener la seguridad que nuestro Dios no permitirá en nuestra vida algo que nos deje en la muerte. De todo lo que nos pase, nuestro Padre Dios sacará el bien.

Hoy es un buen día para entrar en La Paz y bendecir a Dios. Hoy es un buen día para recibir en nuestro corazón el Espíritu Santo y gritar a los cuatro vientos que nuestro Señor lo ha hecho todo bien. ¡Nunca dudes del amor de Dios!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 14,27-31a): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «Os dejo la paz, mi paz os doy; no os la doy como la da el mundo. No se turbe vuestro corazón ni se acobarde. Habéis oído que os he dicho: ‘Me voy y volveré a vosotros’. Si me amarais, os alegraríais de que me fuera al Padre, porque el Padre es más grande que yo. Y os lo digo ahora, antes de que suceda, para que cuando suceda creáis. Ya no hablaré muchas cosas con vosotros, porque llega el Príncipe de este mundo. En mí no tiene ningún poder; pero ha de saber el mundo que amo al Padre y que obro según el Padre me ha ordenado».

Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él

La palabra de Dios puede habitar en nuestros corazones. ¿Cómo es posible? A través del Espíritu Santo. Es decir, que la esencia misma de Dios puede habitar en nuestro corazones y hacernos hijos de Dios.

Los mandamientos de Dios son palabras de vida. Escuchar la voz de Dios y hacer lo que los diga nos pone en el camino de la santidad y de la vida. No vamos a la Iglesia a sentirnos mejores que los demás. Vamos a la Iglesia porque necesitamos el alimento que da vida, su palabra, que cumplida en nosotros, nos convierte en verdaderos cristianos.

El Espíritu Santo es enviado por Dios para darnos a participar de su naturaleza. Necesitamos de la ayuda de nuestro Señor para poner en práctica su palabra. ¡No te desanimes! Dios nos da las fuerzas necesarias para cumplir su voluntad.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 14,21-26): En aquel tiempo, Jesús habló así a sus discípulos: «El que tiene mis mandamientos y los guarda, ése es el que me ama; y el que me ame, será amado de mi Padre; y yo le amaré y me manifestaré a él». Le dice Judas, no el Iscariote: «Señor, ¿qué pasa para que te vayas a manifestar a nosotros y no al mundo?». Jesús le respondió: «Si alguno me ama, guardará mi Palabra, y mi Padre le amará, y vendremos a él, y haremos morada en él. El que no me ama no guarda mis palabras. Y la palabra que escucháis no es mía, sino del Padre que me ha enviado. Os he dicho estas cosas estando entre vosotros. Pero el Paráclito, el Espíritu Santo, que el Padre enviará en mi nombre, os lo enseñará todo y os recordará todo lo que yo os he dicho».

Nadie va al Padre sino por mí

La vida nos pone en muchos escenarios. Mientras vamos caminando en este recorrido de la vida, experimentamos sueños, anhelos y deseos. En medio de tanto afán, necesitamos apoyos y ayudas. Dios no es ajeno a nuestros problemas y por tanto nos envía a un mesías y salvador: Jesucristo.

Es decir, Dios Padre, que nos ama profundamente, nos envía a su hijo para salvarnos. Si queremos conocer el amor de Dios, debemos contemplar al Señor. En Jesucristo descubrimos el verdadero rostro de Dios de amor, misericordia y perdón.

La resurrección es abrirse a esta experiencia de Fe. Dios es padre y como tal nos cuida muchísimo! Este día es para ser feliz! Animo! Dios siempre con nosotros.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 14,1-6): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No se turbe vuestro corazón. Creéis en Dios: creed también en mí. En la casa de mi Padre hay muchas mansiones; si no, os lo habría dicho; porque voy a prepararos un lugar. Y cuando haya ido y os haya preparado un lugar, volveré y os tomaré conmigo, para que donde esté yo estéis también vosotros. Y adonde yo voy sabéis el camino». Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?». Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí».

Quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado

Hay propuestas radicales que solo admiten aceptarlas o no. Cuando un joven propone matrimonio a su novia, solo hay dos caminos: rechazar o aceptar la propuesta. De esa decisión depende la vida de ambos. 

Jesús vino al mundo para salvar y sanar. Abrir nuestro corazón a su palabra es tener vida eterna dentro de nosotros. Hoy el Señor nos propone aceptar su mensaje. Él hoy nos dice que nos ama y quiere ser quien se pone a nuestro servicio. ¡Qué admirable amor!

El Señor envía su mensaje a través de personas y hechos concretos. Aceptar este mensaje, que viene a través de medios precarios, es aceptarle a Él. Estar atentos a la presencia de Dios en todos los momentos de la vida es aceptarle siempre. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 13,16-20): Después de lavar los pies a sus discípulos, Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía. Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: el que come mi pan ha alzado contra mí su talón. Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy. En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado».

He venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas

Todo en la vida debería hacerse por un propósito claro. Si estudiamos, trabajamos o nos divertimos, debemos ser lo más conscientes posibles del porqué estamos realizando dichas actividades. Una vida con sentido es la clave de la felicidad.

Jesús vino al mundo con una misión muy clara: salvar a todos los hombres y mujeres de todas las generaciones. Dios envió a su hijo para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Esa es la clave de nuestra felicidad.

Lo que da sentido a nuestra vida y la llena de propósito es reconocer que en Jesús podemos tener una vida nueva. Trabajamos, estudiamos y nos divertimos en el Señor. Cuando tenemos plena conciencia que todo obra para bien, podemos encontrar bendición en toda nuestra vida. Todo es bueno, santo y útil. Hasta el sufrimiento tiene sentido, porque Dios lo permite para seamos buenos y santos. En Dios sabemos que podemos tener futuro y un futuro lleno de vida y felicidad.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 12,44-50): En aquel tiempo, Jesús gritó y dijo: «El que cree en mí, no cree en mí, sino en aquel que me ha enviado; y el que me ve a mí, ve a aquel que me ha enviado. Yo, la luz, he venido al mundo para que todo el que crea en mí no siga en las tinieblas. Si alguno oye mis palabras y no las guarda, yo no le juzgo, porque no he venido para juzgar al mundo, sino para salvar al mundo. El que me rechaza y no recibe mis palabras, ya tiene quien le juzgue: la Palabra que yo he hablado, ésa le juzgará el último día; porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar, y yo sé que su mandato es vida eterna. Por eso, lo que yo hablo lo hablo como el Padre me lo ha dicho a mí».

Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás

Jesús es el buen pastor. Dios le ha encomendado que nos cuide como un pastor cuida de sus ovejas. ¿De qué nos cuida nuestro querido pastor? De que el lobo nos mate.

Cuando Jesús es cuestionado por los judios para que se manifieste como el mesías, Él les manda a ver sus obras. ¿Y cuál es la obra de Jesús? Darnos vida eterna.

Abrir nuestros ojos y nuestro corazón a la acción de Dios y escuchar su voz es la clave de nuestra alegría y felicidad. CRISTO HA RESUCITADO y quiere que tengamos vida! Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 10,22-30): Se celebró por entonces en Jerusalén la fiesta de la Dedicación. Era invierno. Jesús se paseaba por el Templo, en el pórtico de Salomón. Le rodearon los judíos, y le decían: «¿Hasta cuándo vas a tenernos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente». Jesús les respondió: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno».