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Quiero, queda limpio

Las enfermedades siempre son males que nos aquejan y no nunca son bien recibidas. La salud es símbolo de bendición pero cuando tenemos que enfrentar una situación de deterioro de nuestra vida nos ponemos tristes y depresivos. ¿Por qué Dios permite que nos enfermemos?

Uno de los signos que acompañaron a Jesús en su misión por esta tierra fue precisamente su capacidad de sanar o curar. Cuando iba de pueblo en pueblo predicaba que el Reino de Dios había llegado y como signo de esta buena noticia los enfermos quedaban libres de sus dolencias físicas. ¿Hay algo peor que una lepra o discapacidad?

Todo estamos enfermos de algo. Tenemos traumas, complejos, vicios y situaciones enfermizas que no quisiéramos padecer. Unos celos obsesivos, una manía, un temperamento colérico; en fin, todo necesitamos de la sanación que nos ofrece en Dios en Jesús. ¿Quieres ser sano?

¡Grita a Jesús! Dile que te salve y sane. El tiene poder. Y ¿sabes que?  ¡EL QUIERE SANARTE!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 8,1-4): En aquel tiempo, cuando Jesús bajó del monte, fue siguiéndole una gran muchedumbre. En esto, un leproso se acercó y se postró ante Él, diciendo: «Señor, si quieres puedes limpiarme». Él extendió la mano, le tocó y dijo: «Quiero, queda limpio». Y al instante quedó limpio de su lepra. Y Jesús le dice: «Mira, no se lo digas a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y presenta la ofrenda que prescribió Moisés, para que les sirva de testimonio».

Entrad por la entrada estrecha

Las exigencias evangélicas parecen imposibles de cumplir. Estoy seguro que hemos escuchado muchas veces decir que “no es fácil ser cristiano”. Nos imaginamos que para cumplir lo que Dios nos manda hace falta renuncias a muchas cosas buenas. En este sentido ser cristiano parece ser algo difícil y retador. ¿Por qué esta percepción?

Construir siempre es más difícil que destruir. Cuando queremos levantar un edificio necesitamos de planos, manteriales, obreros e ingenieros. Todo esto tarda su tiempo. Sin embargo, los resultados hacen que todo esfuerzo valga la pena. Sin todo ese proceso no podríamos disfrutar luego de los resultados. Un joven que no estudie no pasarán de curso, un atleta que no entrene no ganará la competencia y una madre que no asuma sus 9 meses de gestación nunca tendrá su hijo. 

Es en este sentido que se debe entender “el camino que lleva a la vida es estrecho”. La bendición que supone caminar por el camino de Dios hace que cualquier renuncia o negación valga la pena.
Hoy, tu y yo, necesitamos entrar por la puerta estrecha. Ese es el camino de la vida que Dios quiere que podamos recorrer.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,6.12-14): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No deis a los perros lo que es santo, ni echéis vuestras perlas delante de los puercos, no sea que las pisoteen con sus patas, y después, volviéndose, os despedacen. Por tanto, todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos; porque ésta es la Ley y los Profetas. Entrad por la entrada estrecha; porque ancha es la entrada y espacioso el camino que lleva a la perdición, y son muchos los que entran por ella; mas ¡qué estrecha la entrada y qué angosto el camino que lleva a la Vida!; y pocos son los que lo encuentran».

No juzguéis, para que no seáis juzgados

¿Qué hay en nosotros que estamos constantemente mirando lo que hacen los demás? ¿Qué fuerza gobierna nuestros ser que nos sentimos siempre inclinados a mirar los defectos de las personas que conocemos?

El juicio u opinión que hacemos de una persona siempre estará afectado por nuestra actitud hacia ellos. Muchas veces escuchamos en la Iglesia una palabra y en lugar de aplicarnos lo que dice en nuestra vida lo que hacemos es pensar en aquel amigo o familiar que debería escuchar esa palabra, no tú.

Jesús nos ha enseñado qe juzgar es lo mismo que condenar. ¡No condenes a tu hermano! 

La raíz de todo juicio es que siempre nos creemos superiores a los demás. Si tan solo hoy reconocieras que no eres mejor que tu pareja, amigo, compañero de trabajo o vecino; estarías disculpando a los demás y experimentarías un verdadero amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,1-5): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No juzguéis, para que no seáis juzgados. Porque con el juicio con que juzguéis seréis juzgados, y con la medida con que midáis se os medirá. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu ojo? ¿O cómo vas a decir a tu hermano: ‘Deja que te saque la brizna del ojo’, teniendo la viga en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna del ojo de tu hermano».

No os amontonéis tesoros en la tierra

En nuestra época actual existe una amplia literatura, conferencias, cursos y seminario sobre cómo hacerse millonario en el menor tiempo posible y con el mínimo esfuerzo.

Parece que todo el mundo ha definido que la única forma de ser feliz es tener dinero y fama. Nos empeñamos en tener aquí en la tierra el cielo material.

Jesús nos plantea una forma de felicidad plena. Nos dice que la única forma de alcanzar la felicidad verdadera es no “amontonar” en este mundo. Todo en este mundo tiene su fin. Por eso es absurdo poner tu ser en las cosas perecederas. 

Poner nuestro corazón en las cosas del cielo es la verdadera forma de ser feliz aquí en la tierra. De esta forma podemos disfrutar todo lo que Dios nos da aquí y luego vivir en plenitud en el cielo.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 6,19-23): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No os amontonéis tesoros en la tierra, donde hay polilla y herrumbre que corroen, y ladrones que socavan y roban. Amontonaos más bien tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni herrumbre que corroan, ni ladrones que socaven y roben. Porque donde esté tu tesoro, allí estará también tu corazón. 
»La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, todo tu cuerpo estará luminoso; pero si tu ojo está malo, todo tu cuerpo estará a oscuras. Y, si la luz que hay en ti es oscuridad, ¡qué oscuridad habrá!».

Amad a vuestros enemigo

La mayor parte de la humanidad cree en la existencia de Dios. La inmensa mayoría piensa que somos seres creados por un ser divino. Esto significa que nuestro origen y fin solo puede entenderse en función de la Fe en un Dios que nos creó.

Jesús nos ha hecho hermanos suyos e hijos adoptivos de Dios. ¿Cómo podemos ser verdaderos hijos de Dios? Si amamos como Dios ama. Esa es la clave. Y ¿cómo ama Dios? Dios ama al enemigo.

En Jesús, Dios ha mostrado su amor. Jesucristo en la cruz ha amado a sus enemigos, ha pedido perdón al Dios Padre por los pecados de quienes le asesinaban. Amar el enemigo es romper con los círculos de odios y rencores. 

¿Tú estás dispuesto a amar a tus enemigos? ¿Estás dispuesto a perdonar y orar por aquellos que te hacen el mal? Si aceptas, entonces serás hijo de Dios y serás feliz como nadie en este mundo.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,43-48): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo’. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre celestial, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y llover sobre justos e injustos. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa vais a tener? ¿No hacen eso mismo también los publicanos? Y si no saludáis más que a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de particular? ¿No hacen eso mismo también los gentiles? Vosotros, pues, sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial».

No resistáis al mal

Uno de los grandes punto diferenciadores de la doctrina cristiana respecto a las demás religiones del mundo es su posición con respecto al enemigo. Si nos preguntáramos cual sería el centro del la buena noticia cristiana es que en Jesús se ha manifestado el amor divino que es capaz de llegar inclusive a amar al enemigo. 

Dios en Jesús nos llama a ser hijos suyos. Ser hijo de Dios es tener su misma naturaleza y esto significa que podemos amar de la misma forma en que Él nos ama y ama a toda la humanidad. ¿En qué consiste este amor?

El amor a Dios se manifiesta en Jesús porque el Señor Jesucristo amó a todos los hombres y mujeres hasta el extremo. No se resistió al mal que le hacían. No juzgó ni condenó. Jesús ha amado al enemigo y nos invita a hacer lo mismo.

¿Cuál es tu enemigo hoy? ¿Quien te está haciendo algún mal? ¡ÁMALE! Y verás que su mal te santificará y a tu enemigo salvará. En el cristianismo no hay venganza ni odio. Solo es posible el amor y un amor en la dimensión de la cruz.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,38-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda».

No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas

Para poder vivir en sociedad deben existir leyes. Los grupos sociales se organizan y mantienen un orden gracias a las normativas que rigen el comportamiento de las personas. Si no existiera un aparato legal o jurídico la vida en sociedad seria un caos.

El pueblo de Israel era el llamado pueblo de la Torah o de la Ley. Desde que Moisés bajó del monte Sinaí con las tablas de la Ley, el llamado pueblo de Dios se ajustaba por un conjunto de mandamientos que normaban la vida de los judíos. Jesús, como buen judío, conocía y cumplía muy bien con la ley de Dios. Entonces, ¿cuál es la novedad?

Jesús instaura una nueva “economía” o realidad. Hace que se ponga más énfasis en el espíritu de la ley. Dice que la ley tiene un fin muy concreto: ayudarnos a llegar a Dios.

Hoy Dios nos invita a cumplir la ley del Amor. Amemos a todos y todas en este día incluyendo a los que no han hecho daño y descubrirás lo maravilloso de la Ley de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,17-19): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No penséis que he venido a abolir la Ley y los Profetas. No he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Sí, os lo aseguro: el cielo y la tierra pasarán antes que pase una i o una tilde de la Ley sin que todo suceda. Por tanto, el que traspase uno de estos mandamientos más pequeños y así lo enseñe a los hombres, será el más pequeño en el Reino de los Cielos; en cambio, el que los observe y los enseñe, ése será grande en el Reino de los Cielos».

Vosotros sois la sal de la tierra

Los hechos valen mas que las palabras. Las personas necesitan de buenos ejemplos para poder ser mejores personas. Los “ejemplos a seguir” son hombre y mujeres que se han destacado por alguna acción buena o sobresaliente. Sin alguien que nos inspire es difícil ser mejor cada día. Lo mismo sucede en la Fe.

Las escrituras están llenas de personajes. Historias y relatos cuentan los hechos de personas concretas que se han destacado por sus experiencias diversas con Dios. Ellos nos invitan a pensar que si Dios hizo una obra de salvación con ellos también puede hacerla con nosotros.

La luz no se pone debajo de la mesa. Cuando hay alguien que tiene un testimonio sincero y maravilloso de Dios es invitado a ponerlo al descubierto para que todo aquel que lo escuche o vea crea a Dios Padre.

¡Esta es la buena noticia! Mostremos al mundo la luz de Dios que ilumina nuestra vida.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,13-16): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos».

Bienaventurados los pobres de espíritu

La madre de todas ciencias es la filosofía. Lo primero que hizo el hombre de la antigüedad fue filosofar. Su pensamiento reflexivo le llevo a tomarse en serio su vida y el propósito de la misma. Filosofía significa amor por la sabiduría y ser sabio es lo mismo que ser feliz. Desde siempre la humanidad ha buscado la felicidad. ¿Cuál es la respuesta que da el cristianismo a esta realidad?

Jesús se lleva a parte a sus discípulos y les enseña en que consiste la felicidad cristiana. La clave para entenderla es que el Señor ha venido por aquellos que son “pobres de espíritu”. Lo que lloran, lo que sufren, los que tienen “sed y hambre” de justicia, los perseguidos y los que su vida no tiene sentido pueden ahora en Jesús ser felices. Ser dichoso es abrir el corazón a la salvación que ofrece Jesús. Se puede ser feliz porque Dios ofrece a todos la dicha y la salvación.

¿Te encuentras hoy en tristeza? ¿Sientes que eres pobre de espíritu? ¡Alégrate! Porque de personas como tú es el Reino de Los Cielos. 

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,1-12): En aquel tiempo, viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo: «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros».

La muchedumbre le oía con agrado

Escuchar a un buen conferencista o charlista es un placer. El hombre o la mujer que habla tiene el poder de inspirar, convencer y alentar a la audiencia que le escucha. Es un don muy especial que alguien con el solo uso de la palabra pueda transformar la vida de las personas.

Jesús, nuestro Señor, hablaba como “quien tiene autoridad”. Su doctrina encantaba a la gente. Les hablaba en un lenguaje directo, sencillo, y sobretodo con mucho amor. Eso último es la clave del éxito de Jesús en su labor misionera. 

Jesucristo ama a quien predica. Sus palabras son confirmadas por sus obras. Manifiesta en todo momento que verdaderamente es hijo de Dios enviada para salvarnos, para ¡Salvarte! Confía en Jesús, que el siempre te amará.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 12,35-37): En aquel tiempo, Jesús, tomando la palabra, decía mientras enseñaba en el Templo: «¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? David mismo dijo, movido por el Espíritu Santo: ‘Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos debajo de tus pies’. El mismo David le llama Señor; ¿cómo entonces puede ser hijo suyo?». La muchedumbre le oía con agrado.