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Volviéndose, les reprendió

El Reino de los Cielos no se construye sobre la base de la violencia y odio. Imaginen el gran poder de Jesús que podía controlar los vientos y sanar todas las dolencias. Tenía toda la fuerza para liberarse de cualquier peligro y castigar como quisiera a cualquier persona. Lo maravilloso es que nuestro Señor no uso ese poder para hacer daño.

Esto es un ejemplo para todos nosotros. Santiago y Juan querían matar a sus enemigos. Jesús quería salvarles mediante el amor y el perdón. Nos enseña que la violencia nunca es una opción para los cristianos. Mostraremos el rostro de Dios en la tierra en la medida que mostremos su amor a todos y todas. ¡Ánimo! Dios nos da esto como una gracia.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,51-56): Sucedió que como se iban cumpliendo los días de su asunción, Él se afirmó en su voluntad de ir a Jerusalén, y envió mensajeros delante de sí, que fueron y entraron en un pueblo de samaritanos para prepararle posada; pero no le recibieron porque tenía intención de ir a Jerusalén. Al verlo sus discípulos Santiago y Juan, dijeron: «Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?». Pero volviéndose, les reprendió; y se fueron a otro pueblo.

El más pequeño de entre vosotros, ése es mayor

Jesús hablaba de muchas cosas. Siempre enseñaba a sus discípulos de diversas maneras el camino que lleva a la verdadera felicidad. Entre sus enseñanzas habló de los pequeños. ¿A qué se refirió Jesús cuando dijo que había que ser comop pequeños como los niños?

Ciertamente, todos los seres humanos aspiramos a más. El mundo nos dice que debemos tener éxito material y prestigio para triunfar en la vida. Es por eso que todos aspiramos con ambición a puestos en la vida. Tener un lugar de importancia donde quiera que nos movamos.

En el caso de cristianismo se da algo similiar pero de forma santa. Es decir,
Jesús dice a los discípulos que todo aquel que quiera ser mayor, importante o primero debe ser el servidor de todos.
El lugar del cristiano no es el primer lugar donde todos quieren estar. La felicidad está en el servicio, el lugar que ocupan los últimos del mundo. Esa es la perfecta felicidad que es fruto del desprendimiento total y la única aspiración de amar a todos y todas de manera incondicional.

Ocupemos en este mundo el lugar que ocupo Cristo. Desde la cruz Jesús reina sobre todas las cosas y salva a la humanidad entera.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,46-50): En aquel tiempo, se suscitó una discusión entre los discípulos sobre quién de ellos sería el mayor. Conociendo Jesús lo que pensaban en su corazón, tomó a un niño, le puso a su lado, y les dijo: «El que reciba a este niño en mi nombre, a mí me recibe; y el que me reciba a mí, recibe a Aquel que me ha enviado; pues el más pequeño de entre vosotros, ése es mayor».

Tomando Juan la palabra, dijo: «Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no viene con nosotros». Pero Jesús le dijo: «No se lo impidáis, pues el que no está contra vosotros, está por vosotros».

¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?

La buena noticia predicada por los apóstoles y profetas de todos los tiempos no es cuento de hadas. Todavía mantiene la fuerza que tiene por los señales, prodigios y signos que le acompañan.

El mundo, simbolizado en tristes figuras como Herodes, se asombra y piensa que con dar muerte a un profeta todo acaba. Nuestro mundo desacredita mediante diferentes medios a las personas que intentan llevar un mensaje de esperanza y salvación. No importa. Podemos ser asesinados por los poderes oscuros de este mundo, pero nuestro mensaje permanecerá siempre porque es el mensaje de Dios para la salvación y felicidad del todos y todas.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,7-9): En aquel tiempo, se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: «A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas?». Y buscaba verle.

Les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades

En nuestros tiempos, donde el cristianismo representa el 18% de la población mundial, todo el mundo reconoce en Jesús autoridad y poder. Es decir, que la mayoría sabe que Jesucristo existió y que fue una figura de trascendencia global. Dicen hasta los musulmanes y judios que fue un gran profeta y un maestro rabino extraordinario. Si todo se hubiera quedado en Él, no pudiéramos vivir lo que experimentamos hoy.

En la Iglesia hemos tenido la gracia de seguir beneficiándonos de ese poder y autoridad venida de Dios a través de Jesús. ¿Cómo ha sido eso? Gracias a que el Señor le concedió los mismos privilegios a sus apóstoles. Hoy el Señor sigue salvando a través de sus enviados y elegidos. La Iglesia siempre ha tenido en más de 20 siglos hombres y mujeres que han bendecido y amado a las personas de su tiempo mediante la acción salvífica del Señor.

Pidamos a Dios que nos siga concediendo profetas que con la autoridad que les confiere nuestro Dios nos ayuden a encontrarnos con el inmenso amor de nuestro Señor.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 9,1-6): En aquel tiempo, convocando Jesús a los Doce, les dio autoridad y poder sobre todos los demonios, y para curar enfermedades; y los envió a proclamar el Reino de Dios y a curar. Y les dijo: «No toméis nada para el camino, ni bastón, ni alforja, ni pan, ni plata; ni tengáis dos túnicas cada uno. Cuando entréis en una casa, quedaos en ella hasta que os marchéis de allí. En cuanto a los que no os reciban, saliendo de aquella ciudad, sacudid el polvo de vuestros pies en testimonio contra ellos». Saliendo, pues, recorrían los pueblos, anunciando la Buena Nueva y curando por todas partes.

Oye la palabra de Dios y la pone en práctica

Es cierto que mucho que leen estas palabras están activos en la Iglesia. De hecho, podemos presumir diciendo que somos tal o cual cosa en la estructura eclesial. La pregunta sería, ¿esto es realmente más importante que la conversión?

Me explico. Podemos pensar que eso es ser cristiano. Hacer algunos actos buenos y servir en la Iglesia. Jesús dice lo contrario. De hecho, al escuchar que su madre quería verlo, aprovechó la ocasión para decirle a sus discípulos que la filiación divina viene dado a aquellos que ponen en práctica su palabra. Y, ¿cuál es esta palabra? El amor.

Hermanos y hermanas. Hoy estamos llamados a amar como Cristo nos amó, es decir, perdonando y amando a todos incluyendo nuestros enemigos. Este es el camino de la santidad de Dios. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 8,19-21): En aquel tiempo, se presentaron la madre y los hermanos de Jesús donde Él estaba, pero no podían llegar hasta Él a causa de la gente. Le anunciaron: «Tu madre y tus hermanos están ahí fuera y quieren verte». Pero Él les respondió: «Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen».

Ella, levantándose al punto, se puso a servirles

El anuncio de la buena noticia se concretizaba, en tiempos de Jesús, con señales y prodigios. Una característica fundamental de la misión de Jesús aquí en la tierra era que los enfermos quedaban sanos y los endemoniados liberados de sus posesiones. La buena nueva del evangelio produce liberación y sanación. ¿De qué te ha sanado Dios?

La fiebre, como la que padecía la suegra de Simón Pedro, es símbolo de todas las enfermedades físicas y espirituales que tenemos o hemos tenido. La enfermedad nos impide todo. No nos permite servir, amar, donarnos, perdonar; en fin, nos impide amar al prójimo. 

La buena noticia consiste en que Jesús viene a darnos salud hoy. Pídele a Dios, como los presentes le rogaron por la suegra de Simón Pedro. La clave está en la oración de Fe y humilde. Si! Ora, porque esa es el arma que Dios pone a nuestro alcance para poder ser liberados. Pídele al Señor tu liberación y Él te ayudará. ¡Ánimo! Te Fe.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 4,38-44): En aquel tiempo, saliendo de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles. A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo Él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él, conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que él era el Cristo. 

Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando donde Él, trataban de retenerle para que no les dejara. Pero Él les dijo: «También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado». E iba predicando por las sinagogas de Judea.

Sepulcros blanqueados

La gran dificultad que podemos tener aquellos que hemos nacido en la Iglesia es creernos buenos, superiores a los demás. Ha esto se le llama fariseismo. Es decir, que como cumplimos una serie de normas y leyes religiosas, es vez de ayudarnos a ser más humildes, con el cumplimiento de dichos preceptos aumentamos nuestro ego.

Jesús nos invita a desprendernos de todos estos esquemas falsos. Nos invita a la sinceridad y la humildad. Nos hace un llamado a dejarnos denunciar y acusar de la palabra todos los días para que ella pueda surtir efecto positivo en nuestro camino de conversión.

Dejemos los fariseismos e hipocresías de nuestra vida. Saquemos las actitudes soberbias y puritanas. El mundo necesita de cristianos humildes y enamorados de Dios, no porque lo merecemos, sino porque el en su inmenso amor a dado la vida en Jesucristo por los malvados y pecadores como nosotros.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,27-32): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, pues sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera parecen bonitos, pero por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia! Así también vosotros, por fuera aparecéis justos ante los hombres, pero por dentro estáis llenos de hipocresía y de iniquidad. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, porque edificáis los sepulcros de los profetas y adornáis los monumentos de los justos, y decís: ‘Si nosotros hubiéramos vivido en el tiempo de nuestros padres, no habríamos tenido parte con ellos en la sangre de los profetas!’. Con lo cual atestiguáis contra vosotros mismos que sois hijos de los que mataron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!».

Sabiendo que era hombre justo y santo

Juan El Bautista fue un profeta de Dios. Fue el encargado de preparar los corazones de los hombres y mujeres de su tiempo para recibir al Señor como Mesías. Su modo de vida era la encarnación de su mensaje. Como nazir o consagrado de Dios predicaba la conversión y bautizó en agua a miles, incluyendo al Señor en el río Jordan. ¿Como se relaciona este noble hombre con nosotros?

Muchos de nosotros vivimos la vida en tibieza. Esto quiere decir que no somos radicales en el cumplimiento del evangelio. Es por eso que nadie nos persigue no nos acusa. Somos mundanos. Nos ocupamos de las cosas de Dios cuando no tenemos nada “más importante” que hacer. Es decir, no somos cristianos de Fe adulta.

Juan El Bautista es uno capaz de dar la vida por su Fe. ¿Qué piensas? ¿Acaso esto es solo para los pocos “locos” que se hacen radicales por el amor a Dios? Mis queridos hermanos, esta llamada es para todos los cristianos. Todos estamos llamados a la santidad. Tenemos una vocación al martirio de sangre si fuera necesario. ¿Tú estarías dispuesto? Ciertamente no somos capaces, pero en Dios todo es posible. Esa es la radicalidad que provoca en nosotros la perfecta alegría. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 6,17-29): En aquel tiempo, Herodes había enviado a prender a Juan y le había encadenado en la cárcel por causa de Herodías, la mujer de su hermano Filipo, con quien Herodes se había casado. Porque Juan decía a Herodes: «No te está permitido tener la mujer de tu hermano». Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía, pues Herodes temía a Juan, sabiendo que era hombre justo y santo, y le protegía; y al oírle, quedaba muy perplejo, y le escuchaba con gusto. 

Y llegó el día oportuno, cuando Herodes, en su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a los tribunos y a los principales de Galilea. Entró la hija de la misma Herodías, danzó, y gustó mucho a Herodes y a los comensales. El rey, entonces, dijo a la muchacha: «Pídeme lo que quieras y te lo daré». Y le juró: «Te daré lo que me pidas, hasta la mitad de mi reino». Salió la muchacha y preguntó a su madre: «¿Qué voy a pedir?». Y ella le dijo: «La cabeza de Juan el Bautista». Entrando al punto apresuradamente adonde estaba el rey, le pidió: «Quiero que ahora mismo me des, en una bandeja, la cabeza de Juan el Bautista».El rey se llenó de tristeza, pero no quiso desairarla a causa del juramento y de los comensales. Y al instante mandó el rey a uno de su guardia, con orden de traerle la cabeza de Juan. Se fue y le decapitó en la cárcel y trajo su cabeza en una bandeja, y se la dio a la muchacha, y la muchacha se la dio a su madre. Al enterarse sus discípulos, vinieron a recoger el cadáver y le dieron sepultura.

 ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda?

¿Qué es ser cristiano? Esta pregunta parece ser tonta, sobre todo para los oídos acostumbrados a temas religiosos cristianos. En los paises de tradición católica puede resultar absurdo hacerse semejante pregunta. La verdad es que se entiende cristiano a una persona que se bautizó en alguna iglesia de fe cristiana. 

Es cierto que el cumplimiento de una normativa sacramental nos hace pertenecer jurídicamente, digamos así, al cristianismo. La pregunta sería: ¿es una persona ingeniero si se gradúa en una carrera de ingenierías pero nunca ejerce su profesión? Realmente lo que hace ser ingeniero en plenitud es alguien que ejerce o trabaja en lo que se certificó o diplomó. Las accionesy obras son lo que define que somos verdaderos cristianos o hijos de Dios.

Hoy el Señor nos invita a poner en práctica la Fe cristiana. A ser cristianos de obras no de palabras. A poner en práctica la palabra de Dios que siempre es una palabra de amor, perdón y esperanza en Dios. De muy poco nos sirve cumplir leyes externas si no van acompañadas de obras de vida eterna. ¡Ánimo! En el Señor podemos hacerlo.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 23,13-22): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis a los hombres el Reino de los Cielos! Vosotros ciertamente no entráis; y a los que están entrando no les dejáis entrar. ¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y, cuando llega a serlo, le hacéis hijo de condenación el doble que vosotros! ¡Ay de vosotros, guías ciegos, que decís: ‘Si uno jura por el Santuario, eso no es nada; mas si jura por el oro del Santuario, queda obligado!’ ¡Insensatos y ciegos! ¿Qué es más importante, el oro, o el Santuario que hace sagrado el oro? Y también: ‘Si uno jura por el altar, eso no es nada; mas si jura por la ofrenda que está sobre él, queda obligado’. ¡Ciegos! ¿Qué es más importante, la ofrenda, o el altar que hace sagrada la ofrenda? Quien jura, pues, por el altar, jura por él y por todo lo que está sobre él. Quien jura por el Santuario, jura por él y por Aquel que lo habita. Y quien jura por el cielo, jura por el trono de Dios y por Aquel que está sentado en él».

Ven y lo verás

¿Has conocido alguna vez a un apóstol? ¿Has tenido a alguien que te ha anunciado a Jesús crucificado, muerto y resucitado por ti? ¡Qué admirable gracia de parte de Dios tener hombres y mujeres que nos anuncien la salvación de Dios!

Los apóstoles, hombres débiles, han sido testigos del amor de Dios, de sus signos, prodigios y obras de misericordia para ellos y para todos nosotros. 

Hoy, al igual que Nathanael, podemos también ver o descubrir a Dios presente siempre en nuestra vida. Hoy, podemos y debemos dar gracias a Dios por su inmenso amor que mediante los apóstoles que nos ha regalado podemos vivir la gracia de la salvación.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 1,45-51): En aquel tiempo, Felipe se encontró con Natanael y le dijo: «Ése del que escribió Moisés en la Ley, y también los profetas, lo hemos encontrado: Jesús el hijo de José, el de Nazaret». Le respondió Natanael: «¿De Nazaret puede haber cosa buena?». Le dice Felipe: «Ven y lo verás». Vio Jesús que se acercaba Natanael y dijo de él: «Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño». Le dice Natanael: «¿De qué me conoces?». Le respondió Jesús: «Antes de que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi». Le respondió Natanael: «Rabbí, tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel». Jesús le contestó: «¿Por haberte dicho que te vi debajo de la higuera, crees? Has de ver cosas mayores». Y le añadió: «En verdad, en verdad os digo: veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y bajar sobre el Hijo del hombre».