Archivo por meses: septiembre 2015

Para que el mundo se salve por Él

Hoy es el día en que se celebra la cruz. Muchos se escandalizarían de este día. ¿Cómo es posible que se celebre la muerte de un justo en un madero? ¿Qué tiene de bueno que alguien sea sentenciado a muerte de cruz?

La cruz es símbolo de todo lo que nos destruye, va en contra de nuestros esquemas, nos hace sufrir o no aceptamos de nuestra vida. No hay cosa en nuestra existencia más profunda que la cruz. 

Todos los seres humanos, sin excepción, tenemos una cruz. Que quiere decir que tenemos un sufrimiento concreto, pequeño o grande, que nos hace sentirnos impotentes y a veces nos mete en duda de Fe. ¿Cuál es tu cruz hoy? ¿Cuál es el sufrimiento que tienes hoy?

La buena noticia es que este sufrimiento el Señor lo hace glorioso. El sentido del sufrimiento que tu no te has buscado, sino que ha sido Dios que lo permitido, es hacerte santo. Si, aceptar la enfermedad, vejez, humillación, temperamento de un ser querido, entre otras es una medio de purificación y crecimiento. En el mundo hay muchas personas que han encontrado en la tragedia el medio de un nivel de felicidad mas plena y profunda.

Dios nos invita hoy a entrar en nuestra historia bendiciéndole con toda el alma. Sabiendo que Él lo ha hecho todo bien y quiere que seamos felices. ¡Ánimo! La cruz es un bendición y al final siempre encontraremos la resurrección.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 3,13-17): En aquel tiempo, Jesús dijo a Nicodemo: «Nadie ha subido al cielo sino el que bajó del cielo, el Hijo del hombre. Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna. Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no ha enviado a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por Él».

¿Podrá un ciego guiar a otro ciego?

En el ser humano hay una tendencia natural a la auto justificación. La sociedad no acepta al que se equivoca o rompe algún esquema. Estamos acostumbrados a medirnos a nosotros mismos por encima de los demás. Esto tiene repercusiones en nuestra Fe.

La autoestima es la valoración que tenemos de nosotros mismos. Es cierto que hay personas con autoestima baja pero a pesar de esa realidad, la mayor parte de nosotros tendemos, por nuestro pecado, a pensar que somos mejores de los demás. Cuando discutimos con la pareja o con un amigo nos creemos que tenemos siempre la razón. Cuando tenemos algún altercado en la calle con algún conductor u oficial siempre nos defendemos y nunca pensamos o decimos que nos hemos equivocado. 

Hoy el Señor nos invita a mirar nuestros pecados y faltas con el propósito de no juzgar a los demás. Cuando alguien reconoce sus errores inmediatamente tiene mas paciencia para aceptar los errores en los demás. 

La realidad es que somos todos “ciegos” que significa que somos pecadores y no podemos juzgar a nadie. Todos los días tenemos la oportunidad de amar a los demás. Siempre tengamos presente nuestra “ceguera” para ser hulmides y nunca juzgar a nadie.
Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,39-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo por encima del maestro. Todo discípulo que esté bien formado, será como su maestro. ¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano, y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: ‘Hermano, deja que saque la brizna que hay en tu ojo’, no viendo tú mismo la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo, y entonces podrás ver para sacar la brizna que hay en el ojo de tu hermano».

¿Qué mérito tenéis?

Siempre me he preguntando sobre la diferencia fundamental entre aquellos que dicen ser cristianos y los que no lo son. Muchos amigos y conocidos me han hecho cuestionamientos semejantes. El identificar lo que realmente distingue a un cristiano nos permite definir nuestra esencia, la razón de ser cristiano.

Para entender el cristiano es importante darse cuenta que dicha “vocación” es pura elección de Dios. Es parte de nuestra Fe el reconocer que no hemos sido nosotros que hemos elegido a Dios, mas bien es Dios quien nos ha elegido a nosotros. ¿A qué nos ha llamado? A ser sus hijos. 

Dios, como Padre amoros, quiere tener una relación cercana con sus hijos adoptivos. Es decir, nosotros no somos simples creaturas de Dios. Hemos sido beneficiados con una elección divina. Dios nos ha llamado a ser sus hijos. ¿En qué consiste esto? Es que nos da su naturaleza para que podamos ser sus hijos. 

Para ser hijos de Dios debemos observar nuestra obras. Un hijo actúa como su Padre o por lo menos se espera eso. ¿Qué hacen los hijos de Dios que los diferencian de los demás? ¡Que aman al enemigo!

Dios es aquel que hace “salir el sol sobre buenos y malos”. ¿En qué consiste el mérito de ser cristiano? Es que amamos a los que nos odian, maldicen y difaman. Mis queridos hermanos y hermanas… ¡Eso no lo hace nadie! Es precisamente por eso que ser hijo de Dios es algo que nos diferencia de todos los demás.

Hoy, concretamente, ¿tienes enemigos? Dios, nuestro Padre, nos llama a amarles. Pídele a Dios este don. Tu no puedes. Él si. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,27-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Yo os digo a los que me escucháis: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odien, bendecid a los que os maldigan, rogad por los que os difamen. Al que te hiera en una mejilla, preséntale también la otra; y al que te quite el manto, no le niegues la túnica. A todo el que te pida, da, y al que tome lo tuyo, no se lo reclames. Y lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros igualmente. Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis? Pues también los pecadores aman a los que les aman. Si hacéis bien a los que os lo hacen a vosotros, ¿qué mérito tenéis? ¡También los pecadores hacen otro tanto! Si prestáis a aquellos de quienes esperáis recibir, ¿qué mérito tenéis? También los pecadores prestan a los pecadores para recibir lo correspondiente. Más bien, amad a vuestros enemigos; haced el bien, y prestad sin esperar nada a cambio; y vuestra recompensa será grande, y seréis hijos del Altísimo, porque Él es bueno con los ingratos y los perversos. 
»Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá».

Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios

Un amigo me dijo una vez, en tono de crítica, que nosotros los cristianos exaltábamos la pobreza. Dicho colega insistía en afirmar que esa era una de las causas del retraso de tantas naciones de mayoría cristiana. Me parece que este evangelio aclara de manera magistral el mal razonamiento que tenía, a mi entender, nuestro dilecto conocido.

En primer lugar, asociar cristianamos a atraso social es un absurdo. Solo basta con darse cuenta que la nación más poderosa de la tierra, los Estados Unidos de Norteamérica, es una nación de mayoría cristiana y que en la base de su fundación están presentes los principios cristianos.

Por otro lado, el evangelio de hoy no dice que dichosos o felices serán aquellos que necesitan de Dios y abren su corazón a Él. En otras palabras, la felicidad se le ofrece a todos y todas. Dios quiere el bien de aquellos que hoy se sienten tristes, excluidos, no queridos, deprimidos, en fin, aquellos “pobres” de espíritu. Vale la pena recordar aquella famosa frase de Jesús: “he venido para que tengan vida y tengan vida en abundancia”.

Hoy puedes abrir tu corazón a Dios y sentirte dichoso, porque de ti y de mi, es el Reino de los Cielos.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 6,20-26): En aquel tiempo, Jesús alzando los ojos hacia sus discípulos, decía: «Bienaventurados los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios. Bienaventurados los que tenéis hambre ahora, porque seréis saciados. Bienaventurados los que lloráis ahora, porque reiréis. Bienaventurados seréis cuando los hombres os odien, cuando os expulsen, os injurien y proscriban vuestro nombre como malo, por causa del Hijo del hombre. Alegraos ese día y saltad de gozo, que vuestra recompensa será grande en el cielo. Pues de ese modo trataban sus padres a los profetas. 
»Pero ¡ay de vosotros, los ricos!, porque habéis recibido vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis hartos!, porque tendréis hambre. ¡Ay de los que reís ahora!, porque tendréis aflicción y llanto. ¡Ay cuando todos los hombres hablen bien de vosotros!, pues de ese modo trataban sus padres a los falsos profetas».

Generación de Jesucristo

Cuando leemos el evangelio y nos damos cuenta de la ascendencia de Jesús pensamos que automáticamente que Jesucristo es verdaderamente hijo de Dios, ¿por qué? 

La elección que Dios ha hecho sobre los hombres está siempre en función de generaciones y generaciones. Jesús es salvador no solo de los que vivieron con Él en la tierra. Él ha sido enviado para salvación de toda la humanidad.

Jesús, hijo de Dios, ha nacido en la carne de una mujer que representa a todas las generaciones pasadas del pueblo de Israel. María es símbolo de todas las tribus y generaciones que han pasado y que pasarán sobre la tierra.

Bendita sea la madre de Jesús que nos abre las puertas también hoy al inmenso amor de Dios manifestado en Jesús.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 1,1-16.18-23): Libro de la generación de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac engendró a Jacob, Jacob engendró a Judá y a sus hermanos, Judá engendró, de Tamar, a Fares y a Zara, Fares engendró a Esrom, Esrom engendró a Aram, Aram engendró a Aminadab, Aminadab engendró a Naassón, Naassón engendró a Salmón, Salmón engendró, de Rahab, a Booz, Booz engendró, de Rut, a Obed, Obed engendró a Jesé, Jesé engendró al rey David. 
David engendró, de la que fue mujer de Urías, a Salomón, Salomón engendró a Roboam, Roboam engendró a Abiá, Abiá engendró a Asaf, Asaf engendró a Josafat, Josafat engendró a Joram, Joram engendró a Ozías, Ozías engendró a Joatam, Joatam engendró a Acaz, Acaz engendró a Ezequías, Ezequías engendró a Manasés, Manasés engendró a Amón, Amón engendró a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos, cuando la deportación a Babilonia. 
Después de la deportación a Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel engendró a Zorobabel, Zorobabel engendró a Abiud, Abiud engendró a Eliakim, Eliakim engendró a Azor, Azor engendró a Sadoq, Sadoq engendró a Aquim, Aquim engendró a Eliud, Eliud engendró a Eleazar, Eleazar engendró a Mattán, Mattán engendró a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. Así que el total de las generaciones son: desde Abraham hasta David, catorce generaciones; desde David hasta la deportación a Babilonia, catorce generaciones; desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, catorce generaciones.
La generación de Jesucristo fue de esta manera: su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto. Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en Ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Todo esto sucedió para que se cumpliese el oráculo del Señor por medio del profeta: «He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y le pondrán por nombre Emmanuel», que traducido significa: “Dios con nosotros”.

Lo viejo y lo nuevo

La venida de Jesús al mundo provocó un antes y un después en la historia de la humanidad. El Señor quiere manifestar su gloria mediante el establecimiento de un nuevo orden. ¿Esto implica el olvido de lo anterior?

El Señor de señores ha hecho una historia maravillosa con la humanidad empezando con el pueblo de Israel. Le enseñó la ley y la misma fue un instrumento idóneo en el camino de salvación del pueblo.

Con la llegada de Jesús, dicha ley no se anula. Jesucristo lleva a un grado superior la Torah. En Él podemos disfrutar de lo nuevo y de lo viejo a su máxima potencia.

Cumplamos la ley, pero como lo hace Jesús, sobre todo, el espíritu de la ley que es el amor a todos y todas incluyendo a nuestros enemigos. Aquí radica la novedad del mesías. Ya no tenemos que cumplir solo la letra. Ahora recibimos de parte del Señor el espíritu para cumplir con la letra indica. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 5,33-39): En aquel tiempo, los fariseos y los maestros de la Ley dijeron a Jesús: «Los discípulos de Juan ayunan frecuentemente y recitan oraciones, igual que los de los fariseos, pero los tuyos comen y beben». Jesús les dijo: «¿Podéis acaso hacer ayunar a los invitados a la boda mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán en aquellos días».
Les dijo también una parábola: «Nadie rompe un vestido nuevo para echar un remiendo a uno viejo; de otro modo, desgarraría el nuevo, y al viejo no le iría el remiendo del nuevo. Nadie echa tampoco vino nuevo en pellejos viejos; de otro modo, el vino nuevo reventaría los pellejos, el vino se derramaría, y los pellejos se echarían a perder; sino que el vino nuevo debe echarse en pellejos nuevos. Nadie, después de beber el vino añejo, quiere del nuevo porque dice: ‘El añejo es el bueno’».

Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador

Siempre me ha impresionado escuchar el decálogo de alcohólicos anónimos. En su primer principio está “reconocer que tienen un problema”. Pareciera que lo más difícil para alguien que padece algún vicio o adicción es reconocer que lo tiene. Esa es la mayor de todas las dificultades.

En la base de todo conflicto o malestar está nuestra incapacidad de reconocer nuestra contribución al problema, es decir, que somos también culpables o responsables. Tendemos siempre a excusarnos y defendernos.

Debemos hoy en primer lugar reconocernos pecadores para que también hoy podamos valorar la maravillosa elección que Dios ha hecho en nuestra vida.

Somos elegidos por Dios no por nuestras virtudes. Su misericordia es inmensa y eso nos hace merecedores de su amor. Disfrutemos hoy de la misericordia de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 5,1-11): En aquel tiempo, estaba Jesús a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago. Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes. Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. 
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: «Boga mar adentro, y echad vuestras redes para pescar». Simón le respondió: «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes». Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían. Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador». Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres». Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.

Levantándose al punto, se puso a servirles

Una de las características de la obra de Jesús en la tierra fueron sus milagros. Pasaba de pueblo en pueblo sanando y expulsando demonios de las personas aquejadas de dichos males. Jesús vino a salvar y liberar al ser humano de todas sus dolencias.

La enfermedad física puede utilizarse como símbolo de algo mucho más profundo. El que está enfermo no puede operar bien. Se ve limitado de muchas maneras. No puede trabajar o desempeñar regularmente sus tareas diarias. 

Muchas veces nos encontramos aquejados de males “del alma”. Tenemos rechazos, odios, rencores, pereza, ira, entre otros males que paralizan nuestra capacidad de amar o servir.

La buena noticia es que Jesús tiene el poder de sanarnos de todas esas cosas que nos impiden ser felices. ¿Hoy te sientes sin ganas de nada? Tranquilo, órale al Señor que el te sanará.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 4,38-44): En aquel tiempo, saliendo de la sinagoga, Jesús entró en la casa de Simón. La suegra de Simón estaba con mucha fiebre, y le rogaron por ella. Inclinándose sobre ella, conminó a la fiebre, y la fiebre la dejó; ella, levantándose al punto, se puso a servirles. A la puesta del sol, todos cuantos tenían enfermos de diversas dolencias se los llevaban; y, poniendo Él las manos sobre cada uno de ellos, los curaba. Salían también demonios de muchos, gritando y diciendo: «Tú eres el Hijo de Dios». Pero Él, conminaba y no les permitía hablar, porque sabían que él era el Cristo. 
Al hacerse de día, salió y se fue a un lugar solitario. La gente le andaba buscando y, llegando donde Él, trataban de retenerle para que no les dejara. Pero Él les dijo: «También a otras ciudades tengo que anunciar la Buena Nueva del Reino de Dios, porque a esto he sido enviado». E iba predicando por las sinagogas de Judea.

Cállate, y sal de él

Es una casualidad divina que ayer estaba hablando con personas sobre el tema de los demonios y posiciones. Al igual que todos, con las personas con las que hablaba, se sentía temerosas de tratar temas tan lúgubres y misteriosos. Les afirmaba lo mismo que este evangelio: ¡no teman! Jesús tiene poder sobre los demonios.

Es cierto que existen los demonios como seres espirituales o ángeles caídos pero su influencia es limitada ya que Dios en Jesús les ha vencido.

De lo que tenemos que preocuparnos son de los “demonios” que dominan a las personas llenas de odio, mentira y vanidad.

Leía un artículo de un exorcista que decía que el pecado preferido del demonio es la soberbia. Eso quiere decir, que aquel está dominado por su soberbia ha caído bajo el influjo de lo malo.

Hoy pongamos nuestra confianza en el Señor. Invoquemos su nombre constantemente porque en su poder estamos siempre salvos y seguros.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 4,31-37): En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba. Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces: «¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios». Jesús entonces le conminó diciendo: «Cállate, y sal de él». Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño. Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros: «¡Qué palabra ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen». Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.