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Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará

Nos aferramos a tantas cosas. Nos afanamos en construir riquezas y prestigio. Sin embargo, la vida pasa rápido. Nos volvemos mayores de la noche a la mañana. El tiempo transcurre y todo terminará para nosotros algún día.

El Señor insiste mucho en el evangelio que debemos estar dispuestos a renunciar a nuestra vida y amar como Él nos amó. Perder la vida es desprenderse de lo material y vivir para el amor en Dios. ¿Cómo se hace eso?

Dedica más (todo) tiempo a Dios y menos al gimnasio o al trabajo, ama a tus prójimos (familia, amigos, vecinos) con la misma entrega y amor con que nos ha amado Jesús, y ama a tus enemigos (los que te han hecho algún mal) hasta dar la vida por ellos mediante el perdón y la reconciliación.

El camino de “perder tu vida” conduce a la muerte en cruz por amor. La buena noticia es que la cruz nos lleva a la resurrección. A la vida eterna. Quien ama y perdona, nunca está triste. Siempre contento para gloria de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 17,26-37): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Como sucedió en los días de Noé, así será también en los días del Hijo del hombre. Comían, bebían, tomaban mujer o marido, hasta el día en que entró Noé en el arca; vino el diluvio y los hizo perecer a todos. Lo mismo, como sucedió en los días de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, construían; pero el día que salió Lot de Sodoma, Dios hizo llover fuego y azufre del cielo y los hizo perecer a todos. Lo mismo sucederá el Día en que el Hijo del hombre se manifieste.
»Aquel día, el que esté en el terrado y tenga sus enseres en casa, no baje a recogerlos; y de igual modo, el que esté en el campo, no se vuelva atrás. Acordaos de la mujer de Lot. Quien intente guardar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará. Yo os lo digo: aquella noche estarán dos en un mismo lecho: uno será tomado y el otro dejado; habrá dos mujeres moliendo juntas: una será tomada y la otra dejada». Y le dijeron: «¿Dónde, Señor?». Él les respondió: «Donde esté el cuerpo, allí también se reunirán los buitres».

Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale

La dinámica maravillosa del cristianismo, si la aplicáramos, sería la solución a todo conflicto, a toda guerra o disputa. El mismo Señor Jesús nos enseñó que hacer a la hora de relacionarnos con el prójimo. 

Si alguien peca, corrígele. Esto es cierto, porque todos hemos pegado. Nadie puede señalar a nadie. Nadie es perfecto. Si nos hacemos un sincero y profundo examen de conciencia podemos decir que tenemos muchos actos de que arrepentirnos. Necesitamos de los demás para mejorar. Es un gran acto de misericordia cuando alguien nos corrige porque nos invita a ser mejores. Somos invitados por aquel que nos corrige a cambiar para bien.

Eso sí, si alguien te pide perdón, arrependitodo, ¿por qué no perdonarle?. Algunos se cansan de perdonar. Vemos que se cometen los mismos errores o pecados y pensamos que no hay remedio. El Señor hoy nos dice que debemos ser buenos cristianos. Todo hombre o mujer que quiere ser como Jesús debe perdonar siempre. Porque todos siempre nos equivocamos y todos necesitamos ser perdonados y amados. 

¡Ánimo! Esto se logra si tenemos el Espíritu Santo que nos da la gracia de amarnos en nuestras debilidades. Si todos somos pecadores, ¿cómo no perdonarnos mutuamente?

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 17,1-6): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Es imposible que no vengan escándalos; pero, ¡ay de aquel por quien vienen! Más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino y sea arrojado al mar, que escandalizar a uno de estos pequeños. Cuidaos de vosotros mismos.
»Si tu hermano peca, repréndele; y si se arrepiente, perdónale. Y si peca contra ti siete veces al día, y siete veces se vuelve a ti, diciendo: ‘Me arrepiento’, le perdonarás».
Dijeron los apóstoles al Señor; «Auméntanos la fe». El Señor dijo: «Si tuvierais fe como un grano de mostaza, habríais dicho a este sicómoro: ‘Arráncate y plántate en el mar’, y os habría obedecido».

Dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios

Cuando Jesús vino al mundo se encontró con una realidad cultural y religiosa muy particular.  Ciertamente el Señor vino a traer una buena noticia que implicaba un cambio de enfoque de la religión. Se había reducido, para bien o para mal, la Fe a una mera práctica y cumplimiento de leyes extrernas sin que necesariamente esto represente una verdadera conversión del corazón.

También nosotros hemos cometido este error. Hemos pensando que ser cristiano es hacer “cosas”. Las prácticas piadosas, que son buenos, no son la base fundamental de la buena noticia que hizo presente Jesús en la tierra. No son las devociones externas que muchas veces las podemos utilizar para vender una imagen de gente buena y santa el centro del cristianismo. La Fe es tener un encuentro personal con Jesús en lo profundo de nuestro corazón y cambiar profundamente nuestra vida a partir de dicho acontecimiento.

Hoy el Señor nos invita a ser cristianos de corazón. Saber que el Amor está por encima de todo. Dios nos ama y quiere que seamos reflejemos de su amor. ¿Estás dispuesto?

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 11,42-46): En aquel tiempo, el Señor dijo: «¡Ay de vosotros, los fariseos, que pagáis el diezmo de la menta, de la ruda y de toda hortaliza, y dejáis a un lado la justicia y el amor a Dios! Esto es lo que había que practicar aunque sin omitir aquello. ¡Ay de vosotros, los fariseos, que amáis el primer asiento en las sinagogas y que se os salude en las plazas! ¡Ay de vosotros, pues sois como los sepulcros que no se ven, sobre los que andan los hombres sin saberlo!». Uno de los legistas le respondió: «¡Maestro, diciendo estas cosas, también nos injurias a nosotros!». Pero Él dijo: «¡Ay también de vosotros, los legistas, que imponéis a los hombres cargas intolerables, y vosotros no las tocáis ni con uno de vuestros dedos!».

Hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola

La vida se complica cada vez más. En la medida que los avances científicos y tecnológicos inundan el planeta, la existencia humana se llena de complicaciones, tareas y activismo crónico. ¿Qué se puede hacer en este sentido?

Jesús nos ofrece el ejemplo de dos personas que quería mucho: Marta y María. Marta es ejemplo del mundo y sus preocupaciones. La mente y el cuerpo del hombre y la mujer del siglo XXI vive ocupado de muchas cosas. Ciertamente son todas muy importantes. Pero hay algo mucho más importante. 

Dice Jesús que hay necesidad de una sola cosa, y esto es el Amor. María ha elegido contemplar el amor de Dios en su vida. Esto no quiere decir que María se fue al convento a pasar su vida en oración. Lo que significa es que ha elegido contemplar el amor de Dios en todos los detalles, grandes o pequeños, que ocurren en su vida a diario. Está continuamente a los pies del Señor, en actitud contemplativa, descubriéndole presente en todo. Dios nos llama a hacer lo mismo que María. Una sola cosa es necesaria y es contemplar el Amor de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,38-42): En aquel tiempo, Jesús entró en un pueblo; y una mujer, llamada Marta, le recibió en su casa. Tenía ella una hermana llamada María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su Palabra, mientras Marta estaba atareada en muchos quehaceres. Acercándose, pues, dijo: «Señor, ¿no te importa que mi hermana me deje sola en el trabajo? Dile, pues, que me ayude». Le respondió el Señor: «Marta, Marta, te preocupas y te agitas por muchas cosas; y hay necesidad de pocas, o mejor, de una sola. María ha elegido la mejor parte, que no le será quitada».

En el Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras

Uno de los principios de la Fe Cristiana es que luego de nuestra muerte seremos sometidos a un Juicio. Nuestras obras serán nuestras evidencias ante Dios. ¿Debemos tener miedo?

En diferentes citas de la Biblia se habla de que el juicio de Dios es “misericordioso”. Las escrituras nos hablan de que el Señor en lento a la cólera y rico en piedad. Esto es cierto porque yo mismo lo he vivido en mi vida. Soy siempre indigno ante Dios.

¿A qué nos llama el Señor? A vivir nuestra vida sabiendo que lo mejor que nos puede pasar es ajustar nuestra vida a la voluntad de Dios. El Señor nos regala muchas oportunidades para nuestra conversión. Él quiere que vivamos y seamos felices. Por eso, a veces, nos llama a conversión fuertemente para que reaccionemos y nos demos cuenta de su amor misericordioso.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 10,13-16): En aquel tiempo, Jesús dijo: «¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que se han hecho en vosotras, tiempo ha que, sentados con sayal y ceniza, se habrían convertido. Por eso, en el Juicio habrá menos rigor para Tiro y Sidón que para vosotras. Y tú, Cafarnaúm, ¿hasta el cielo te vas a encumbrar? ¡Hasta el Hades te hundirás! Quien a vosotros os escucha, a mí me escucha; y quien a vosotros os rechaza, a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí, rechaza al que me ha enviado».

Proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios

Jesús es el Señor y vino a la tierra para sanar y salvar. Si leemos los evangelios nos damos cuenta de su obra aquí en la tierra. Las personas que quedaban como ovejas sin Pastor eran reconfortadas en su amor. ¿Qué efecto tenía esto en su vida?

En el momento que aparece Dios en la vida de una persona le cambia completamente su existencia. En este proceso de transformación se produce una conexión entre el evangelizado y el que evangeliza. Un verdadero cambio de vida radical implica amar y seguir eso que te ayudo a cambiar.

Jesús nos ama. Quiere que seamos sus discípulos y además que demos testimonio de amor. Ser discípulo de Cristo es ser un testigo de su amor.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 8,1-3): En aquel tiempo, Jesús iba por ciudades y pueblos, proclamando y anunciando la Buena Nueva del Reino de Dios; le acompañaban los Doce, y algunas mujeres que habían sido curadas de espíritus malignos y enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que habían salido siete demonios, Juana, mujer de Cusa, un administrador de Herodes, Susana y otras muchas que les servían con sus bienes.

Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia

La misericordia es una de las caras más hermosas del amor de Dios. Si empezáramos a contar los hechos donde hemos sido testigos del amor de Dios nunca acabaríamos. El Señor ha sido bueno con nosotros y estamos alegres.

Una de las maravillas de Dios es que nos ha elegido. Esta elección es un don gratuito. Así como eligió a Juan El Bautista desde antes de su nacimiento así lo ha hecho con nosotros para manifestar su amor. 

Abrir nuestro corazón a la misericordia nos hace crecer en gracia y sabiduría . Nos convierte en testigos fieles de su amor. En este día celebremos el poder de Dios que hace el milagro de hacernos nacer a una vida nueva.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,57-66.80): Se le cumplió a Isabel el tiempo de dar a luz, y tuvo un hijo. Oyeron sus vecinos y parientes que el Señor le había hecho gran misericordia, y se congratulaban con ella. Y sucedió que al octavo día fueron a circuncidar al niño, y querían ponerle el nombre de su padre, Zacarías, pero su madre, tomando la palabra, dijo: «No; se ha de llamar Juan». Le decían: «No hay nadie en tu parentela que tenga ese nombre». Y preguntaban por señas a su padre cómo quería que se le llamase. Él pidió una tablilla y escribió: ‘Juan es su nombre’. Y todos quedaron admirados. 
Y al punto se abrió su boca y su lengua, y hablaba bendiciendo a Dios. Invadió el temor a todos sus vecinos, y en toda la montaña de Judea se comentaban todas estas cosas; todos los que las oían las grababan en su corazón, diciendo: «Pues ¿qué será este niño?». Porque, en efecto, la mano del Señor estaba con él. El niño crecía y su espíritu se fortalecía; vivió en los desiertos hasta el día de su manifestación a Israel.

No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos

Grandes pensadores católicos de nuestro tiempo han hablado que estamos viviendo un proceso de crisis de Fe. Todo ello causado por una pérdida del sentido de lo cristiano o sagrado. La gente ya no cree. ¿Por qué? Una de las razones que se dan es que los que estamos llamados a ser signo de luz para que otros crean en el Señor, no lo somos. En otras palabras “la sal se ha desvirtuado”.

Cuando uno de nosotros, lo que decimos que somos cristianos militantes, actuamos de una manera que escandalizamos, hacemos muchísimo daño. La frase natural y común es: “¿y esté no es supuestamente cristiano?”. ¿Cómo es posible que teniendo Fe nos peliemos con los vecinos, debemos y no pagamos o somos tan corruptos como cualquiera. ¡Eso no es posible!

Mis queridos hermanos, hoy más que nunca es necesario ser cristianos de “pura raza”. El Señor nos llama a ser sal y fermento de la tierra. Que nuestras acciones sean de un verdadero cristiano que basa su vida en el amor y el perdón.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,21-29): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Muchos me dirán aquel día: ‘Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre expulsamos demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?’. Y entonces les declararé: ‘¡Jamás os conocí; apartaos de mí, agentes de iniquidad!’. 
»Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».
Y sucedió que, cuando acabó Jesús estos discursos, la gente quedaba asombrada de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como sus escribas.

No resistáis al mal

Muchas veces he tenido un pensamiento un fijo que me lleva a pensar todos los años que he tenido en la Iglesia y la vida que llevan los amigos y amigas que no han tenido la misma experiencia que yo. Dicha reflexión tiene que ver con lo que diferencia a cristianismo con las demás ideologías, religiones y filosofías del mundo. Pienso que el gran punto de diferencia que hace del cristianismo una buena noticia es su mensaje central: “amad a vuestros enemigos”.

Jesús, desde la cruz, ha inaugurado un nuevo tipo de amor. El amor a los enemigos simboliza el amor extremo que debemos tener los cristianos a todos y todas. No hay nadie que esté excluido del amor de Cristo en lo que dicen seguirle. No importa sexo, raza, condición social o cualquiera otra realidad. Si realmente somos cristianos estamos invitados a amar al extremo.

En un mundo donde la intolerancia, fundamentalismo religioso e intereses económicos dominan las acciones de algunos seres humanos, los cristianos debemos ser la diferencia. ¿Estás dispuesto? Pues empieza hoy a realizar el amor en tu vida. Nadie está excluido de ser amado por ti. Incluyendo a tus enemigos.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 5,38-42): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Habéis oído que se dijo: ‘Ojo por ojo y diente por diente’. Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra: al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. A quien te pida da, y al que desee que le prestes algo no le vuelvas la espalda».

He velado por ellos y ninguno se ha perdido

Muchos hemos tenido conceptos equivocados de lo que es el cristianismo. Hemos pensado que somos nosotros los que elegimos a Dios y que con nuestro esfuerzo podemos santificarnos. ¿Acaso podemos amar al enemigo con la sola ayuda de nuestra voluntad? ¿Cómo puede alguien perdonar hasta “setenta veces siete” la ofensa reiterada de nuestros más cercanos o enemigos declarados. Eso solo puede ser posible si nos viene una fuerza de lo alto.

Nuestro Señor Jesús hace la obra y nos ofrece santificarnos. El nos muestra el camino de la verdad y lo hace dándonos la gracia del perdón y del amor. Apoyémonos en su gracia y dejemos que el disponga de nosotros.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 17,11b-19): En aquel tiempo, Jesús, alzando los ojos al cielo, dijo: «Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno como nosotros. Cuando estaba yo con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me habías dado. He velado por ellos y ninguno se ha perdido, salvo el hijo de perdición, para que se cumpliera la Escritura. 
»Pero ahora voy a ti, y digo estas cosas en el mundo para que tengan en sí mismos mi alegría colmada. Yo les he dado tu Palabra, y el mundo los ha odiado, porque no son del mundo, como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos no son del mundo, como yo no soy del mundo. Santifícalos en la verdad: tu Palabra es verdad. Como tú me has enviado al mundo, yo también los he enviado al mundo. Y por ellos me santifico a mí mismo, para que ellos también sean santificados en la verdad».