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¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios?

Los seres humanos muchas veces vivimos como prisioneros. Tenemos muchas esclavitudes espirituales. Estamos apegados a las cosas materiales, tenemos en nuestro corazón resentimiento y odio a personas, nos afectan complejos y temores; en fin, hay muchas cosas que nos hacen sufrir, sentirnos al menos o nos limitan en el amor y la vida.

La buena noticia es que Dios conoce tus problemas, enfermedades y esclavitudes. Él ha enviado a su único hijo Jesucristo a liberarnos de todo mal que nos afecte. El Señor Jesús tiene poder de expulsar de nuestra vida todos los demonios y hacer nos libres. Solo necesita de nuestro si, de nuestra apertura de corazón, que deseemos firmemente ser liberados.

Acoge hoy al Señor en tu corazón. Todos necesitamos ser liberados. Él tiene tiene el poder de hacerlo. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 8,28-34): En aquel tiempo, al llegar Jesús a la otra orilla, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados que salían de los sepulcros, y tan furiosos que nadie era capaz de pasar por aquel camino. Y se pusieron a gritar: «¿Qué tenemos nosotros contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí para atormentarnos antes de tiempo?». Había allí a cierta distancia una gran piara de puercos paciendo. Y le suplicaban los demonios: «Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos». Él les dijo: «Id». Saliendo ellos, se fueron a los puercos, y de pronto toda la piara se arrojó al mar precipicio abajo, y perecieron en las aguas. Los porqueros huyeron, y al llegar a la ciudad lo contaron todo y también lo de los endemoniados. Y he aquí que toda la ciudad salió al encuentro de Jesús y, en viéndole, le rogaron que se retirase de su término.

Quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado

Hay propuestas radicales que solo admiten aceptarlas o no. Cuando un joven propone matrimonio a su novia, solo hay dos caminos: rechazar o aceptar la propuesta. De esa decisión depende la vida de ambos. 

Jesús vino al mundo para salvar y sanar. Abrir nuestro corazón a su palabra es tener vida eterna dentro de nosotros. Hoy el Señor nos propone aceptar su mensaje. Él hoy nos dice que nos ama y quiere ser quien se pone a nuestro servicio. ¡Qué admirable amor!

El Señor envía su mensaje a través de personas y hechos concretos. Aceptar este mensaje, que viene a través de medios precarios, es aceptarle a Él. Estar atentos a la presencia de Dios en todos los momentos de la vida es aceptarle siempre. ¡Ánimo!

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 13,16-20): Después de lavar los pies a sus discípulos, Jesús les dijo: «En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su amo, ni el enviado más que el que le envía. Sabiendo esto, dichosos seréis si lo cumplís. No me refiero a todos vosotros; yo conozco a los que he elegido; pero tiene que cumplirse la Escritura: el que come mi pan ha alzado contra mí su talón. Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que, cuando suceda, creáis que Yo Soy. En verdad, en verdad os digo: quien acoja al que yo envíe me acoge a mí, y quien me acoja a mí, acoge a Aquel que me ha enviado».

Muchacha, a ti te digo, levántate

Jesús vino con el poder de Dios. Tocaba y sanaba a la gente. Su poder taumaturgo se manifestaba de forma extraordinaria. ¿Para que sirven los milagros de Jesús?

Ciertamente las personas buscan sanación física. Los enfermos quieren consuelo en medio de su sufrimiento. Todo el mundo quiere salud. Jesús aprovecha estas necesidades físicas para dar algo de mayor valor. Quiere realizar con todos el milagro miral, el milagro de la Fe.

¿Quieres hacer lo mismo que la mujer que padecía flujo de sangre? Ten Fe. Dios quiere suscitar la Fe en medio de la gente. La Fe da vida eterna, introduce al cielo y da sentido a nuestra vida. Sin ella, ningún milagro es posible. ¿Quieres tener Fe? Pídesela al Señor. Lo demás viene por añadidura.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 5,21-43): En aquel tiempo, Jesús pasó de nuevo en la barca a la otra orilla y se aglomeró junto a Él mucha gente; Él estaba a la orilla del mar. Llega uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verle, cae a sus pies, y le suplica con insistencia diciendo: «Mi hija está a punto de morir; ven, impón tus manos sobre ella, para que se salve y viva». Y se fue con él. Le seguía un gran gentío que le oprimía. 
Entonces, una mujer que padecía flujo de sangre desde hacía doce años, y que había sufrido mucho con muchos médicos y había gastado todos sus bienes sin provecho alguno, antes bien, yendo a peor, habiendo oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás entre la gente y tocó su manto. Pues decía: «Si logro tocar aunque sólo sea sus vestidos, me salvaré». Inmediatamente se le secó la fuente de sangre y sintió en su cuerpo que quedaba sana del mal. Al instante, Jesús, dándose cuenta de la fuerza que había salido de Él, se volvió entre la gente y decía: «¿Quién me ha tocado los vestidos?». Sus discípulos le contestaron: «Estás viendo que la gente te oprime y preguntas: ‘¿Quién me ha tocado?’». Pero Él miraba a su alrededor para descubrir a la que lo había hecho. Entonces, la mujer, viendo lo que le había sucedido, se acercó atemorizada y temblorosa, se postró ante Él y le contó toda la verdad. Él le dijo: «Hija, tu fe te ha salvado; vete en paz y queda curada de tu enfermedad». 
Mientras estaba hablando llegan de la casa del jefe de la sinagoga unos diciendo: «Tu hija ha muerto; ¿a qué molestar ya al Maestro?». Jesús que oyó lo que habían dicho, dice al jefe de la sinagoga: «No temas; solamente ten fe». Y no permitió que nadie le acompañara, a no ser Pedro, Santiago y Juan, el hermano de Santiago. Llegan a la casa del jefe de la sinagoga y observa el alboroto, unos que lloraban y otros que daban grandes alaridos. Entra y les dice: «¿Por qué alborotáis y lloráis? La niña no ha muerto; está dormida». Y se burlaban de Él. Pero Él después de echar fuera a todos, toma consigo al padre de la niña, a la madre y a los suyos, y entra donde estaba la niña. Y tomando la mano de la niña, le dice: «Talitá kum», que quiere decir: «Muchacha, a ti te digo, levántate». La muchacha se levantó al instante y se puso a andar, pues tenía doce años. Quedaron fuera de sí, llenos de estupor. Y les insistió mucho en que nadie lo supiera; y les dijo que le dieran a ella de comer.

Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres

Dios he enviado a su único hijo Jesucristo para salvarnos a todos. Así de simple. Las escrituras, desde sus inicios, hablan de este proyecto de Dios. En Adan y Eva se ve claramente que cuando fueron creados también fueron destinados a una vida feliz. Se les pone en el paraíso para que disfruten de todo y sean felices. Entonces, ¿por qué hay tanta tristeza y muerte en el mundo?

Los hombres somos los que nos alejamos de Dios. Nuestra actitud hacia la conversión nos hace cerrarnos al amor y perdón que Él nos ofrece. Eso nos hace permanecer en el pecado y nos “condena” de alguna manera.

Constantemente Jesús nos invita a un cambio de mentalidad. Ha descubrir que en Él todos nuestros pecados son perdonados. Basta con que lo creamos y queramos sinceramente. Abre hoy tu corazón al Señor. El siempre espera por ti.

Leer:

Texto del Evangelio (Mc 3,22-30): En aquel tiempo, los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Está poseído por Beelzebul» y «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios». Entonces Jesús, llamándoles junto a sí, les decía en parábolas: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa. Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno». Es que decían: «Está poseído por un espíritu inmundo».

Él dio testimonio de la verdad

En tiempo de navidad esperamos renovar el nacimiento de Jesús en nuestros corazones. Esperamos la venida del Señor a nuestra vida, ¿para qué es importante vivir en plenitud estos tiempos litúrgicos?

El Señor, por nuestro bautismo, nos constituye en testigos de su amor. María, la humilde esclava de Dios, cantaba las maravillas de Dios. ¡Qué grande es el Amor de Dios! ¡Qué maravillosa su obra en nosotros! Vivamos en alegría y felicidad plena. No es tiempo para la tristeza. Este es el momento de vivir según la voluntad de Dios.

Leer:

Texto del Evangelio (Jn 5,33-36): En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos: «Vosotros mandasteis enviados donde Juan, y él dio testimonio de la verdad. No es que yo busque testimonio de un hombre, sino que digo esto para que os salvéis. Él era la lámpara que arde y alumbra y vosotros quisisteis recrearos una hora con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan; porque las obras que el Padre me ha encomendado llevar a cabo, las mismas obras que realizo, dan testimonio de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre, que me ha enviado, es el que ha dado testimonio de mí».

¿Con qué autoridad haces esto?

En todo el continente americano, se celebra hoy el día de la Virgen de Guadalupe. Ciertamente es una advocación de la virgen en México, pero es un patrimonio universal. María, madre de Cristo, es también madre nuestra.

Dios actuó y actúa mediante personas concretas. Por ejemplo, Juan El Bautista, voz que clamaba en el desierto y preparaba el camino del Señor, fue extraordinario instrumento en manos de Dios.

María, madre de Jesús, nuestro Señor, es la imagen perfecta de todo cristiano y por tanto un modelo a seguir ideal. Miremos hoy a Maria y pidamos que nos bendiga con la gracia de hacer siempre la voluntad de su Hijo, salvador del mundo entero.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 21,23-27): En aquel tiempo, Jesús entró en el templo. Mientras enseñaba se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo diciendo: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Y quién te ha dado tal autoridad?». Jesús les respondió: «También yo os voy a preguntar una cosa; si me contestáis a ella, yo os diré a mi vez con qué autoridad hago esto. El bautismo de Juan, ¿de dónde era?, ¿del cielo o de los hombres?». Ellos discurrían entre sí: «Si decimos: ‘Del cielo’, nos dirá: ‘Entonces, ¿por qué no le creísteis?’. Y si decimos: ‘De los hombres’, tenemos miedo a la gente, pues todos tienen a Juan por profeta». Respondieron, pues, a Jesús: «No sabemos». Y Él les replicó asimismo: «Tampoco yo os digo con qué autoridad hago esto».

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo

Hoy se celebra el día de la Inmaculada Concepción de María. Se nos presenta como un modelo a seguir te todo cristiano. Y esto, ¿por qué?

La Virgen María acogió, con todo lo que implicaba, el anuncio del ángel. Ella reconoce inmediatamente que es una humilde esclava del Señor. Ella reconoce que lo que va a nacer no viene de sus fuerzas o talentos. Sabe muy bien que su si es para que el proyecto de Dios se realice en ella.

Hoy el Señor nos invita a mirar a María. Veamos en ella un modelo a seguir para todo cristiano. Hagamos como ella, estemos siempre dispuestos a hacer la voluntad del Señor.

Leer:

Texto del Evangelio (Lc 1,26-38): En aquel tiempo, fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María. 
Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo. El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel dejándola se fue.

No quiere que se pierda ni uno de estos pequeños

Con que gran ternura nuestro Dios busca a la oveja perdida. Y es que todos hemos estado perdidos en algún momento. Todos hemos experimentado la necesidad de salvación, de ayuda, de apoyo. Dios es el que siempre nos busca cuando nos perdemos. Dios es quien nos cuida siempre.

La misericordia de Dios es infinita. Nosotros, como las ovejas, nos perdemos porque no obedecemos las órdenes de nuestro pastor Jesús. El Señor, como buen pastor, siempre está disponible para ir en nuestra búsqueda, cuando por nuestra necedad, nos alejamos del rebaño. 

¡Ánimo! Nunca te alejes del Señor. Mantente firme en el rebaño de Jesús. Siempre escuchando su voz y dejándote cuidar por Él.

Leer:

Mt 18,12-14: Dios no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

-«¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida? Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado. Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.»

No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos

Uno de los peligros en el cristianismo, o mejor dicho, para aquellos que decimos ser cristianos, es pensar que tenemos seguro el cielo. En palabras dominicanas, “pensamos que tenemos a Dios cogido por los pies”. Nada que ver.

Lo que define si realmente hacemos la voluntad de Dios y por tanto tenemos el cielo abierto y la garantía de una vida futura es poner en práctica su palabra. ¿De qué nos sirve ser catequistas, amigos del cura, de misa diaria o dominical y pertenece a una grupo de la iglesia, si no amamos a nuestros hermanos? ¿Cómo alguien pensar que es cristiano si tiene rechazo hacia alguien en el trabajo, la familia o en su ambiente? 

La verdad es que hoy nos llama el Señor a ser cristianos auténticos. Poner en práctica su palabra. Amarle por encima de todas las cosas. Esa es la clave de una mejor vida futura y la vida eterna experimentada desde aquí.

Leer:

Texto del Evangelio (Mt 7,21.24-27): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «No todo el que me diga: ‘Señor, Señor’, entrará en el Reino de los cielos, sino el que haga la voluntad de mi Padre celestial. Así pues, todo el que oiga estas palabras mías y las ponga en práctica, será como el hombre prudente que edificó su casa sobre roca: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, y embistieron contra aquella casa; pero ella no cayó, porque estaba cimentada sobre roca. Y todo el que oiga estas palabras mías y no las ponga en práctica, será como el hombre insensato que edificó su casa sobre arena: cayó la lluvia, vinieron los torrentes, soplaron los vientos, irrumpieron contra aquella casa y cayó, y fue grande su ruina».

Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron

La llamada Jesús debió ser poderosa. Abordaba a sus elegidos, los llamaba y ellos se iban con Él. ¿Qué tiene Jesús que hacía que las personas dejaran todo para seguirle?

Precisamente el Señor era la fuente y fin de ese cambio radical de vida. Lo que ofrecía lo daba. Su entrada en la vida de persona causaba y causa un terremoto. ¿Alguna vez has experimentado algo así?

Nuestro Jesús quiere tu felicidad hoy. Él quiere que vivamos una vida nueva. Nuestro Señor reconoce que trabajar y tener proyectos personales es algo bueno. Él quiere que tu trabajo y tus temas tengan trascendencia. Que tengan la fuerza y certeza de que lo que hacemos sucede porque forma parte fundamental del proyecto de Dios. 

Leer:

En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: -«Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.» Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.